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El presidente que jamás se aprendió la letra

Antes de ser presidente, Ronald Reagan se dedicó a la actuación.

Creció con la obsesión de volcarse al mundo cinematográfico. Pero su estrepitoso fracaso como actor lo llevó a actuar en numerosas películas únicamente obteniendo papeles secundarios. Aunque siempre encontró consuelo, pues durante aquella etapa conocería a su mujer: la actriz Nancy Davis. No obstante, trascendió una popular anécdota que señala que para Casablanca, una obra maestra del cine mundial estrenada el 26 de noviembre de 1942, Ronald Reagan fue el primero de los actores considerados para el rol de Rick, que finalmente convirtió a Humphrey Bogart en leyenda.

Cuando el humorista Danny Thomas cumplió sus 70 años en enero de 1982, sus colegas del espectáculo norteamericano le ofrecieron uno enorme, donde se congregaron otros veteranos como Milton Berle, Bob Hope, Joey Bishop, Phyllis Diller, Sid Caesar, George Burns y Red Buttons. Imposibilitado de asistir, Reagan llamó por teléfono a la fiesta y dijo a Thomas: “Te estoy llamando para felicitarte por tus 39 años”. La respuesta de Thomas fue inmediata: “Nunca te aprendiste la letra”.

En diciembre de 1982, el representante del Partido Republicano inició una gira en Brasil por países latinoamericanos. En un acto levantó su copa, brindando por el presidente Figueiredo y “por el pueblo de Bolivia”. Advertido su lapsus ridículo, aclaró que se había equivocado porque “Bolivia es el pueblo que visitaré a continuación”. Sin embargo, volvió a equivocarse: su viaje debía seguir por Colombia y no por Bolivia. En 1985, con la subida de Gorbachov al poder en la Unión Soviética, Reagan dio un importante giro a su política exterior durante su segundo mandato y se comprometió a firmar un tratado para reducir los arsenales nucleares de las superpotencias.

Las letras de Reagan nunca fueron gran cosa. En 1965, cuando sólo era un candidato a la gobernación de California, afirmó en un discurso que la guerra de Vietnam se ganaría fácilmente. En 1973, aseguró que la sola idea de ser presidente lo atemorizaba, y que no quería en verdad alcanzar ese puesto. En 1980, durante su campaña para ser presidente, declaró que todos los desechos de una planta nuclear, a lo largo de un año, se podrían almacenar debajo de la mesa. Con el tiempo se supo que el volumen seria de unas 30 toneladas por año.

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