cultura

Frankestein y Drácula, dos monstruos que nacieron de una pesadilla

Los dos personajes son sinónimo de terror, surgieron en sendas obras literarias del siglo diecinueve, y tuvieron como origen común haber sido primero soñadas.

Víctor Frankenstein es el personaje principal de la novela a la que dio su nombre. La novela fue publicada por primera vez el 1 de enero de 1818, fue concebida en Villa Diodati, la mansión que durante el verano de 1816 Lord Byron alquiló junto al lago Lemán, cerca de Ginebra. Allí se produjo un encuentro de cinco jóvenes escritores ingleses que darían un golpe de timón a la literatura de su tiempo. Acompañaban a Byron, su médico y secretario personal John William Polidori, Percy B. Shelley, otro reconocido poeta, y su futura esposa Mary Godwin, y Claire Clairmont, hermanastra de Mary. Las feroces tormentas de nieve obligaban al grupo a permanecer recluido durante días en torno al fuego de la sala principal. Una tarde se elevó la temperatura ambiente cuando Byron y Shelley discutieron apasionadamente acerca de la naturaleza del principio de la vida. Se preguntaban sobre la probabilidad de descubrirlo y comunicarlo. La charla derivó hacia el galvanismo y los experimentos de Erasmus Darwin, el científico que observaba los efectos de las descargas eléctricas en el tejido animal. Los Shelley comentaban las investigaciones con cadáveres que el alquimista Johann Dippel había realizado en el castillo de Frankenstein - situado a 5 km al sur de Darmstadt en Alemania- y que la pareja había conocido en 1814. Ese 16 de junio de 1816, a la hora de las brujas, Byron propuso que cada uno escribiera una historia escalofriante. Se fueron a dormir con el compromiso, al día siguiente, de leerse lo escrito. Mary Shelley escribió lo que esa noche soñó y que, a partir de entonces, haría soñar a la humanidad entera en una de sus más escalofriantes pesadillas.

Mary Shelley soñó con “un estudiante pálido” que revive a un muerto, se duerme, y al despertar descubre que “esa cosa” lo observa desde arriba con “ojos amarillos, lacrimosos, pero mirada pensativa”. Se despertó aterrada y quiso “cambiar la espantosa imagen de mi fantasía por las realidades de mi entorno. Todavía las veo: el cuarto, el parquet oscuro, los postigos cerrados por los que batallaba la luna para entrar, y la sensación de que más allá estaban el lago cristalino y los Alpes blancos, altos”. Era la habitación donde la escritora dormía. La escritora desmontó y reconstruyó literariamente el espanto de la pesadilla. “Frankenstein o el Prometeo moderno”, se publicó dos años después.

Frankestein es una criatura que comienza siendo un monstruo, pero la inocencia propia de toda criatura recién nacida la hace espantarse del Mal que impera en la sociedad, en su creador y, más importante aún, en él mismo. Produce el paradojal efecto de que el lector termina simpatizando con el monstruo. Mary Shelley soñaba -despierta– con una nueva manera de relacionarse entre los seres humanos, basada en el amor, no en el poder.

En 1931, Hollywood pone en pantalla a dos monstruos: el Frankenstein de Boris Karloff y quien sería su colega de espantos, el Drácula de Bela Lugosi. Bram Stoker publicó “ Drácula”, en 1897. Como él mismo lo confesó, su criatura nació también de una pesadilla: un hombre indefenso es atacado por tres vampiras sedientas de sexo mientras el vampiro jefe lo reclama al grito de “ese hombre es mío”. Bram Stoker había nacido en un pueblito cerca de Dublín y había permanecido casi toda su infancia en cama, asediado por la enfermedad. Tenía cincuenta años cuando publicó el libro que lo eternizaría.

El psicoanalisis, que se dedica a explorar y encontrar signos en los sueños, se hizo un banquete con estas dos creaciones: Mary Shelley habría expresado el trauma del nacimiento prematuro y muerte de su hija, y del fallecimiento de su madre a los 12 días de darla a luz. Bram Stoker habría dado salida a inseguridades acerca de su masculinidad. Lo cierto es que esas dos pesadillas literarias ocasionarían a su vez pesadillas en los innumerables lectores y espectadores de cine, que se sintieron confrontados por esos monstruos que fueron a su encuentro en libros y películas, manteniendo intacto su poder de espantar e iluminar zonas oscuras del espíritu humano.

Noticias Relacionadas