Cultura

Gustavo García Saraví, de las leyes a la poesía

Jorge Luis Borges lo llamó “el gran sonetista de América”, aunque este escritor platense también se destacó en cuentos y ensayos.

Gustavo García Saraví nació en La Plata en 1920. Cursó sus primeros estudios en el Colegio Nacional Rafael Hernández, recibiendo su formación de profesores de la talla de Ezequiel Martínez Estrada, Pedro Henríquez Ureña, Carlos Sánchez Viamonte y Jorge Romero Brest, entre otros. Es en la escuela donde se ­manifestó su afición literaria, proponiendo como juego a sus amigos escribir poemas a dos manos.

Se recibió de abogado en 1948, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de nuestra ciudad. Logró que cohabitaran en él sin escándalo el abogado y el poeta. Sus primeros textos fueron un manojo de poemas sobre la libertad; cuando el Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias recibió una copia de ellos, le escribió alentándolo: “No sabe la emoción que me causó encontrar sobre mi mesa, como una bandera, como un grito, sus Tres poemas para la libertad”.

Tuvo contacto fluido con los poetas de la llamada “primavera trágica”, como Ripa Alberdi, Delheye, López Merino, Alberto Mendióroz, entre otros. Perteneció a la llamada generación del 40, junto a Roberto Themis Speroni, Alberto y Horacio Ponce de León, Silvetti Paz y César Corte Carrillo. Era un grupo de poetas veinteañeros con el impulso necesario para publicar revistas literarias y organizar encuentros poéticos en distintas provincias de nuestro país.

Fue profesor de teatro en verso en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Entre su extensa obra literaria se destacan: Libro de quejas, Cuadernos del Ecuador, Ensayo general, Escalera de incendio y Mitos y semidiosas. Además de la poesía, cultivó el cuento, dejó una novela que permanece inédita –Magdalena entre espejos– y dos ensayos, Historia y resplandor del soneto y Estructura del poeta contemporáneo. También ejerció el periodismo gráfico y radiofónico.

En 1964 publicó Con la patria adentro, un libro premiado por un jurado presidido por Jorge Luis Borges, quien en un aparte le dijo, a propósito del título: “Con la patria adentro, con la patria adentro... ¡qué incomodidad!”. Cuatro años después, el gran escritor argentino le prologaría Del amor y otros desconsuelos, subrayando el mérito de una obra donde lo personal y lo histórico se entrelazan.

Vivió varios en años en Posadas, donde trabajó en el Poder Judicial. La tierra misionera está muy presente en buena parte de su obra literaria. Recibió el Primer Premio de Literatura (1952), el Premio Internacional de Poesía (1962), el Premio Regional y Nacional de Poesía (1974 y 1977), el Premio José Luis Núñez (España, 1981), y el Kónex de Poesía de 1984, entre otros. Fue nombrado ciudadano ilustre de la ciudad de La Plata y huésped de honor de la ciudad de Posadas (Misiones, 1992), entre otras distinciones.

En el balance que hace en el poema Mis primeros 54 años, confiesa que La Plata es “una ciudad / poco propicia / para nacer, vivir, copular, escribir / ser o morir”.

Murió a los 74 años, en esta ciudad a la que amó en versos con diagonales, jóckeys, eucaliptos y memorias de sus tardes con mateos y tranvías.

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