Heladerías: tradición, sonrisas y una infancia que está siempre presente

Con la irrupción del calor y a casi un mes de la llegada del verano, los locales platenses de venta de helados se ven abarrotados de familias, parejas y amigos, que se reúnen por esa pasión que cada día suma nuevos sabores.

Una abuela, de la mano de su nieto, se acerca al mostrador a comprar ese primer vasito. El niño, en puntas de pie, intenta agarrar alguna de las cucharitas de colores mientras la mujer le pide a la vendedora “dulce de leche” y “chocolate”.

Ella, un poco para acompañar y otro quizás para darse un pequeño gusto, solicita otro igual, con los mismos sabores. Antes de irse, por su experiencia y porque ya sabe lo que va a pasar con las manos y la cara de la criatura, toma algunas servilletas para luego sentarse en una de las mesitas de afuera.

Sin duda, en algún momento de nuestra niñez, todos nos hemos manchado mientras tomábamos un helado. Y ese enchastre no deja de ser parte de ese hermoso ritual que no pasa de moda y que se repite en cada una de las heladerías de la ciudad, donde hay ofertas de variedades y precios.

En un vaso, en cucuruchos de diferentes tamaños o en el envase de telgopor de un kilo. Para después de comer, para disfrutar de una película, de un partido o para sentarse en una plaza. De lo que se trata, más allá de las circunstancias, es de compartir un momento cálido con la persona que tenemos al lado.

También están aquellos que deciden agregarle otros ingredientes y los que son fieles a los gustos de siempre. También están quienes deciden cambiar cada vez para conocer la cantidad de sabores y no dejar de probar todas las variedades.

Desde hace tiempo, las heladerías de la ciudad suelen permanecer abiertas todo el año sin importar las condiciones del clima. Durante el último invierno, en el momento más complicado de la pandemia, han sabido reinventarse para continuar trabajando.

Cuando las autoridades lo permitieron, comenzaron a trabajar a través de envíos a domicilio o entregando los productos a los propios vecinos que se acercaban hasta el lugar a pesar que no se le permitía levantar las persianas.

Hoy en día, con todos los protocolos sanitarios correspondientes, las heladerías permanecen abiertas y, en algunos horarios, con largas filas de quienes van en busca de ese postre en cualquier hora del día.

Es habitual ver las mesas en las veredas ocupadas, donde muchos clientes son fieles a determinadas casas y se han convertido en fanáticos de sus gustos.

De la calidad de la materia prima depende la clave del éxito de los locales. Muchos a través del tiempo lo han logrado y ya forman parte de la familia platense, porque de eso se trata, de pasar un rato con nuestros seres queridos y mientras disfrutar de un rico helado.

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