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Juliette Adam, una escritora muy curiosa del siglo XIX

Autora de cincuenta libros, defensora del sufragio femenino y los derechos de autor, fue la única mujer presente durante la firma del Tratado de Versalles.

Hija única del doctor Jean-Louis Lambert y nacida un año antes de que se inventara el ferrocarril de Saint Germain, Juliette Adam nació en el seno de una familia burguesa del Oise, Francia. Su controvertida infancia eventualmente se reflejaría en uno de sus libros, donde confiesa que su “verdadera naturaleza hubiera sido la de un apóstol predicando buenas palabras y reconciliando a los hombres”.

Se casó a los 16 años con el abogado Alexis La Messine, del que se divorció siete años después, y tomó como marido a Edmond Adam, diputado de izquierda republicana. Desde entonces, instalada en París, ella se convertiría en una de las más emblemáticas “salonnieres” del siglo XIX.

En 1858 publicó un libro de narraciones, seguido de una hábil refutación de las Ideas proudhonianas sobre el amor –en respuesta a las ideas de Pierre Proudhon sobre el rol social de las mujeres–, algunos relatos campestres y socializantes en los que se advertía la influencia de George Sand.

Tras el sitio de París, que describió perfectamente en Diario de una parisiense, recibió en su salón a todos los notables del partido republicano y su jefe, León Gambetta. El patriotismo de este hombre la hizo sumarse a la causa francesa en la guerra contra Prusia y participar de la revuelta que hizo proclamar la Tercera República, el 4 de septiembre de 1870. Tras la captura de Napoleón III por los prusianos, Gambetta se puso al frente del gobierno provisional en Tours durante cinco meses, el cual abandonó tras la rendición de Metz.

De modo que su Boulevard ­Possonniére se transformó en el lugar más popular de la capital, frecuentado por la mayoría de los líderes republicanos opuestos a la reacción conservadora de la década de 1870. En esa misma década, Juliette Adam se dedicó a distribuir los folletos de la activista por los derechos de la mujer, Julie Victoire Daubié. No obstante, diez años más tarde, se unió al ­Suffrage des Femmes, un movimiento fundado por Hubertine Auclert. Finalmente, desencantada por los “efectos mediocres del sufragio universal masculino” se manifestó en contra del parlamentarismo, manteniendo su posición republicana.

Juliette se interesó en la política exterior y fue constante en su defensa de una política de revanchismo. Solía escribir con seudónimo, puesto que la ley francesa establecía que los ingresos de una esposa pertenecían al marido. Su nombre artístico más frecuentado fue Paul Vasili, pero utilizó muchos otros, ya que el número total de sus obras alcanza el medio centenar: novelas, memorias, reflexiones informadas y políticas, artículos de artículos.

La más famosa de sus novelas es Païenne (1883). También es autora de Nuestras reminiscencias, Mis primeras armas literarias y políticas y Mis sentimientos y nuestras ideas antes de 1870, libros que dan cuenta de una escritora comprometida con su época.

Habiendo heredado la fortuna de su marido en 1877, fundó La Nouvelle Revue, que dirigió durante ocho años, de tendencia republicana y nacionalista. En ella se ensañó con Bismarck, publicó cartas desde el extranjero con el seudónimo Comte Vasili y luchó apasionadamente por la alianza franco-rusa. Al mismo tiempo, se daba acogida en las páginas de la revista a autores jóvenes, como Pierre Loti (conocido por novelas como El pescador de Islandia) y Guy de Maupassant.

Tras escribir Pagana, se adhirió al movimiento de retorno del catolicismo anterior a 1914 y tuvo la satisfacción de asistir al “desquite” que tanto había esperado. Fue la única mujer presente el 28 de junio de 1919 en la ceremonia de firma del Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Murió en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, luego de instalarse definitivamente en una abadía en Gif-sur-Yvette, cuando le faltaban unas semanas para cumplir 100 años.

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