cultura
La época dorada
Jacobo Timerman fue el primer director del diario La Opinión.
Las oficinas de La Opinión ocupaban dos pisos lujosamente amueblados y el suelo estaba protegido por una alfombra que hubiera lucido más en la gerencia de algún banco suizo que en la sala de redacción de un diario. Cuenta Soriano que el día previo a la aparición del número 1 la redacción era un nudo de nervios. Timerman había abandonado su despacho del noveno piso para instalarse en la oficina que el subdirector ocupaba en el tercero. Allí trabajaba también Félix Samoilovich, especialista en ciencia, el único capaz de contar con gracia las vicisitudes de un cromosoma, aunque era famoso por su escaso amor al trabajo.
Mientras los demás compañeros se deslomaban esa tarde terrible, Samoilovich fumaba mirando el techo. De pronto, olvidó el enorme cenicero de vidrio que la empresa había puesto frente a su bigote y arrojó el cigarro prendido sobre la alfombra que cubría el piso. La colilla cayó a los pies del jefe de intendencia. El hombre se paró y dio un grito. La moqueta empezaba a echar humo. Soriano afirma que Félix no parecía muy preocupado por su ligereza y el burócrata, inflamado de ira, lanzó una enérgica filípica. Toda la redacción empezó a escuchar el sermón del intendente. De pronto, Timerman abrió la puerta del despacho y preguntó:
—¿Qué pasa?
—¡Que este irresponsable quemó la alfombra! (bramó el intendente).
Timerman lo miró y soltó:
—Está bien, vaya y compre otra.