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Los Rolling Stones y la fuerza que los hace seguir adelante

Este año la banda británica cumple 62 años, con más de 30 álbumes grabados en estudio y más de 250 millones de discos vendidos. Una autobiografía coral del grupo cuenta muchos secretos.

Hace algunos años decidieron contar su propia historia en According to The Rolling Stones, donde todos los que tuvieron algo que ver con la banda escribieron sus anécdotas o intentaron pequeños ensayos, incluyendo al banquero Príncipe Rupert Loewenstein, encargado de las finanzas del grupo. Ahí se deslizan algunos secretos que echan alguna luz sobre los motivos que este grupo de octogenarios, cada tanto, salgan en giran que serían extenuantes aún para personas con la mitad de su edad.

En el libro señalan que para mantener el ritmo de vida rollinga no sólo hace falta suerte y la complicidad de un físico adecuado, sino también un conocimiento preciso del negocio del espectáculo a escala mundial. Con su sinceridad no temen destruir su propio mito, saben que todo lo que hagan o digan se incorporará a su leyenda. Hacen suya la consigna nietzcheana: lo que no me mata me hace fuerte. Los que se alejaron del grupo están alejados también del libro. Bill Wyman, por ejemplo, quien fue el bajista de la banda desde 1962 a 1993, no fue invitado a participar del libro y apenas si se lo menciona. Una suerte parecida corren Mick Taylor y Brian Jones. Lo que da peso a la declaración que alguna vez hizo Keith Richards: “Nadie se va de esta banda si no es en un ataúd”.

De la tragedia de Altamont, ocurrida el 6 de noviembre de 1969, solo hay unas pocas líneas escritas por Charlie Watts. Ese día, durante la actuación de los Rolling Stones en un festival, un custodio mató de dos puñaladas a un asistente mientras Mick Jagger terminaba de cantar Under my thumb. Pero en cambio sí hay un relato minucioso de los comienzos de la banda. Keith Richard recuerda que crecieron en un mundo donde el racionamiento era el pan de cada día: “Recuerdo que en el colegio nos daban una botella de jugo de naranjas una vez al mes, y los profesores nos decían: “No se olviden de su vitamina C. Había muchos chicos con raquitismo. Apenas había caramelos”. La música irrumpió en sus vidas como una tabla de salvación, y las cosas pasaron del blanco y negro al tecnicolor: “El servicio militar desapareció, llegó el rocanrol”. Empezaron tocando en el Ealing Club, un sótano ubicado debajo de una estación de metro. Era un lugar que se inundaba con facilidad y ellos chapoteaban en cinco centímetros de agua con todos los cables eléctricos a su alrededor. El escenario era tan chico que apenas si entraban los músicos y sus equipos. Como Mick Jagger no tenía espacio para bailar, meneaba la cabeza en un movimiento que sigue siendo una de sus características escénicas hasta la fecha.

Charlie Watts reconoce que el verdadero fundador de la banda fue Brian Jones: “Era realmente el del líder, pero no tuvo la capacidad de ir más allá, o quizás el grupo fue en una dirección en la que él ya no podía ser el líder. Brian podía ser un showman en cuanto al uso de aparatos nuevos y cosas así. Nadie había oído hablar siquiera de la guitarra slide cuando él empezó a usarla. Recuerdo que John Lennon la vio y dijo: ¡Qué cosa más rara! Está muy bien. Pero poco a poco Mick fue tomando las riendas, especialmente cuando actuábamos en televisión. En los clubes tenías tiempo de sobra para adaptarte al ambiente, pero en televisión tenías cuatro minutos y estabas en escena. Mick era muy bueno en eso. Es cierto que Brian se labró una personalidad como artista, pero en el fondo no era más que un tipo rubio que tocaba al lado de Mick. Era un tipo muy inseguro y eso lo afectaba. Le hubiera gustado ser el centro de atención. Y no lo era. Quería ser el líder, pero no tenía lo que hay que tener para serlo”.

Empezaron a escribir sus propias canciones, porque el mánager, Andrew Oldham, no dejaba de decirles: “Miren a los demás. Escriben sus propias canciones”. Así, casi sin querer, las canciones empezaron a surgir. La primera que escribieron fue As tears go by, y se puede decir que fue producto de que Andrew los encerrara en la cocina de un departamento y los conminara: “Chicos, tienen que hacerlo”. Les dejó una guitarra en la cocina y trabó la puerta. Se ­pasaron allí toda la noche. Seis semanas más tarde, el tema estaba en el Top Ten.

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