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Monte Verità, los primeros hippies de la historia

Algunos de los mayores artistas y pensadores del siglo pasado vivían en comunidad en una colina suiza. Una experiencia increíble que hoy pocos recuerdan.

Herman Hesse, Paul Klee, Carl Jung y Erich Maria Remarque eran algunos de los integrantes de esa comunidad que a comienzos del siglo XX se afincó en una colina de Ascona, a orillas del lago Mayor en el cantón de Ticino –sur de Suiza–, llamado Monte Verità, que, traducido, significa “monte de la verdad”.

Los pioneros fueron Herni Oedenkoven, hijo de un industrial belga –un hombre culto ligado al mundo intelectual–, y la pianista Ida Hofmann, una reconocida militante feminista alemana de comienzos del siglo XX. Allí abrieron un solárium terapéutico y un sanatorio. Se dice que ese fue el lugar en el que Thomas Mann se inspiró para ambientar La montaña mágica.

Se llamaban a sí mismos “anarconaturistas”. A veces recibían la visita de otros escritores, como James Joyce, Rainer Maria Rilke y el pintor ruso Alexei von Yavlensky. Iban con cierta asiduidad la bailarina Isadora Duncan y el fundador de la danza moderna, Rudolf von Laban, a improvisar funciones para ese público de lujo.

Eran hombres y mujeres que estaban en contra de la propiedad privada, aborrecían el patriarcalismo, practicaban un vegetarianismo estricto y eran dados al nudismo. No se sentían representados por los partidos políticos de las épocas que tendían inevitablemente a inmovilizarse en dogmas. Creían que el poder corrompe, y la acumulación de bienes aliena. Rechazaron la convención del matrimonio y cualquier forma de sujeción de un ser humano a otro. Muchos años antes de la aparición del hippismo, predicaban el amor libre con el ejemplo, y sostenían que las orgías eran un modo de liberarse del sentido de la propiedad y un camino para la conquista de la libertad individual.

Solían hacer interminables caminatas entre una densa vegetación de palmeras, coníferas y árboles de hojas caducas. En ese bosque practicaban sus escarceos amorosos sin cuidarse de la mirada ajena. Herman Hesse, quien en 1946 se alzaría con el Premio Nobel de Literatura, dijo que vivir en Monte Verità le había permitido profundizar su diálogo con la naturaleza y desarrollar una vocación de jardinero.

Vivían en grupos distribuidos en tres edificios que se han convertido en museos, que hoy llevan por nombre Casa Selma, Chiaro Mondo dei Beati y Casa Annatta. Son construcciones diseñadas con paredes dobles, techo plano y puertas deslizantes. Las mesas de luz de cada habitación son barriles de madera. En todas las casas, por supuesto, había una imponente biblioteca. No se sabe si los escritores que allí vivían produjeron alguna obra, de lo que no hay duda es que se divertían mucho.

Un lugar de fuerza espiritual

En 1926, el banquero Eduard von der Heydt, célebre por su colección de obras de arte, adquirió las propiedades y las unió en un hotel construido al estilo Bauhaus, es decir, un diseño en el que la función se prioriza respecto de la decoración, formas lineales y geométricas de orientación claramente minimalista, y una gran presencia de metales, madera y vidrio. Después de la muerte de Von der Heydt, Monte Verità pasó a ser propiedad del cantón del Tesino.

El lugar es considerado en la actualidad como un espacio de fuerza espiritual. Así se lo presenta en los folletos turísticos. Se explica su poder irradiante no solo por los grandes espíritus que allí vivieron en comunidad, sino también porque está situado exactamente en la falla geológica que separa Europa de África. Se mantiene erigida en el lugar una escultura que hizo uno de los más devotos integrantes de esa comunidad, el escultor francés Hans Arp.

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