Napoleón en Egipto

Napoleón Bonaparte fue el emperador más célebre de la historia de Francia.

Napoleón Bonaparte, según el filósofo e historiador francés Hipólito Taine, pertenecía a otra raza y otro tiempo: “Mirándolo se distingue en él lo extranjero (...). Es el descendiente no degenerado de la Antigua Roma”.

Al comienzo de su no muy afortunada expedición a Egipto, y con la inconfundible intención de ganarse la simpatía de los naturales del país, quienes debían ver en los franceses a sus futuros libertadores, Napoleón convocó a los principales dirigentes egipcios y les formuló una serie de promesas amistosas: “Oh, jeques, id y proclamad que los franceses también son musulmanes sinceros que adoran a Alá y respetan a Mahoma, su profeta”.

Incluso una vez llegado a El Cairo (la capital de Egipto), se vistió a la usanza y entró con gran recogimiento a orar en la mezquita de El Azhar. No obstante, la segunda vez que pisó aquella mezquita fue montado a caballo, vestido de uniforme de campaña y rodeado por cientos de bayonetas.

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