CULTURA

Tres amigos colombianos: del café a la fama

Uno era un cura que moriría con un fusil en la mano; otro, un Premio Nobel de Literatura; y el tercero, un periodista y diplomático.

Camilo Torres fue compañero de Plinio Apuleyo Mendoza en el colegio, y de Gabriel García Márquez en la universidad. Los tres se reunían todas las noches a hablar de poesía y de política en un café ruidoso y fúnebre, donde los borrachos del amanecer se hacían los dormidos para quedarse solos con las meseras. Camilo era el más serio, Plinio un malcriado y el Gabo un costeño cimarrón. Bogotá era entonces una ciudad helada; había una niebla matinal con olor a hollín, muchos entierros por la calle, y los últimos tranvías eléctricos mataban en las esquinas a los últimos percherones de los carros de cerveza.

En una de esas noches, Camilo le contó a sus amigos que se haría cura. A los pocos días se fugó para el seminario. Sus padres lo alcanzaron en la estación del tren y lo encerraron en un cuarto, como se hacía entonces con las señoritas que se fugaban con su novio. Allí lo fue a ver García Márquez. Lo encontró con una ruana gris, hablando con absoluta serenidad de una vocación de sacrificio que nadie había sospechado.

Desde esa vez, los tres amigos, que compartieron cientos de noches de risas, de copas, de sueños y de tristezas, jamás volvieron a reunirse. El 15 de febrero de 1966, Camilo Torres murió combatiendo por una Colombia donde el cristianismo fuera otra manera de llamar al socialismo.

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