cultura

Un uruguayo metido en el corazón de los argentinos

Jaime Roos es uno de los mayores nombres de la canción rioplatense, sinónimo de murga y candombe, revelador de un paisaje que sentimos nuestro.

Todo comenzó en agosto de 1976, cuando entró al estudio a grabar Candombe del 31, su primer disco, que se abre con un tema que sería clásico, Cometa de la farola, una canción dedicada a Defensor Sporting, el equipo de fútbol que se entrelaza con su niñez Montevideana. Allí ya se comprueba su talento para sintetizar todas las tradiciones musicales: el candombe y la murga, el imaginario tanguero y las melodías de Los Beatles.

De padre francés y madre uruguaya, nació en el Barrio Sur, el 12 de noviembre de 1953. Su madre –Catalina- tuvo una importancia fundamental en su vida: “Gracias a ella canto así”, dice en una canción, en la que recuerda cuando ella le abrigaba el alma canturreando ante su cuna. De ella aprendió la libertad, confiesa Jaime. Una libertad que volvió música. Vivió hasta los 13 años en Durazno y Convención –esquina que quedaría inmortalizada en una canción del disco Mediocampo-, una casa humilde en un barrio de inmigrantes, linyeras y prostíbulos: “Se mezclaba todo en un ambiente increíblemente pacífico. Ni yo ni mi madre tuvimos nunca un problema. Había códigos. Yo tenía compañeros de colegio cuyas madres eran prostitutas, pero no importaba. Todo era como era. Esa esquina estaba caracterizada por una tónica de paz y cordialidad”. Cerca, había un potrero donde el piberío se juntaba a organizar picados. Ahora, en el lugar donde estaba la casa, hay un edificio –alzado en la época de los militares- que impide ver el mar.

Cuando escuchó por primera vez a Los Beatles, su vida cambió: “Tenía 9 años y escuché “Love Me Do”. Se me pararon los pelos de punta. Fue como haber oído algo mágico, porque a mí no me habían vendido el imperio ni la imagen estereotipada del flequillito. Yo era muy melómano y lo máximo en aquel momento era el jazz.” Desde los 6 años ya le gustaban las las big bands de los ’30. A su madre le gustaban el folklore, la bossa nova y el tango. Pero a Jaime el tango lo deprimía: “Hasta que a los 15 años golpeó mi puerta y lo entendí”. Los Beatles revolucionaron no solo su universo musical, sino también su aspecto físico. Se prometió que, no bien pudiera, se dejaría bigotes. Y cumplió.

Si bien no es un nostálgico irrecuperable, el pasado está muy presente en sus canciones. Empezando por uno de sus himnos, “Brindis por Pierrot”, una canción escrita en 1984, en la que pasa revista a murgas históricas como La Gran Muñeca y Línea Maginot, o los asaltantes argentinos que en 1965 se refugiarían en el Edificio Liberaij –y que inspirarían a Ricardo Piglia la novela “Plata quemada”-, al boxeador Ñato Nelson Enrique que imitaba al púgil peso pluma Dogomar Martinez, y en la que, incluso, como gesto de memoria histórica, hace un brindis por Zelmar Michelini, el senador uruguayo asesinado en Buenos Aires en 1976.

Anduvo por todas partes. Recorrió como mochilero veinte mil kilómetros de América Latina, y pidió lo subieran de favor a un barco en el puerto de Maceió –Brasil-. En Amsterdam compuso buena parte de las canciones que integran “Candombe del 21”, su primer disco, mezclado en París, y editado en 1977. “Los futuros murguistas”, la compuso picando cebollas en un restaurante y, “Señorita Efe”, mientras se ganaba el peso tocando el bajo en una orquesta que tocaba en. “Había momentos flacos... con mi ex mujer no teníamos plata para alquilar, entonces crackeábamos casas. Eramos parte del movimiento cracker, que es como los okupas de Barcelona.”

En 1982 dio a conocer una de sus canciones más emblemáticas: “Adiós juventud”. La dictadura uruguaya había destruido un conventillo montevideano que era la capital del candombe, de donde salían los tambores del Barrio Sur: “Un nuevo cementerio ven/ les parece bien/ adiós al Cuareim” . No se comprende por qué derrumbaron esa construcción porque en el lugar todavía hay un baldío. Cuando el mundo entero sea un baldío, las canciones de Jaime Ross seguirán sonando, convocando al carnaval a los sobrevivientes que queden.

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