cultura
Una mujer comprometida con la causa patriótica
Juana de Pueyrredón desafió al poder colonial resistiendo las invasiones inglesas y contribuyendo a armar al ejército independentista
El 25 de mayo, reunido en la Plaza de la Victoria, actual Plaza de Mayo, el pueblo de Buenos Aires finalmente impuso su voluntad al Cabildo creando la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata integrada por: Cornelio Saavedra, presidente; Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, vocales; y Juan José Paso y Mariano Moreno, secretarios. Quedó así formado el primer gobierno patrio, que no tardó en desconocer la autoridad del Consejo de Regencia español.
Muchas mujeres apoyaron aquel primer impulso de autogobierno, entre ellas Juanita Pueyrredón, hermana del futuro Director Supremo, que había demostrado coraje y decisión, cuando en 1809 logró liberar a su hermano Juan Martín, entonces prisionero de Cisneros por sus ideas de independencia, y que donó hasta su muerte parte de su fortuna personal a la causa independentista.
Ambos eran hijos de los ocho nacidos del matrimonio concertado entre Juan Martín Labruchiere de Pueyrredón, de origen vasco francés, y la porteña Rita Dogan. Aunque vivían en la casa de la ciudad, contaban con propiedades en las afueras, ubicadas actualmente entre las localidades de Acassuso y Martínez. La familia registraba una tradicional e intensa actividad mercantil en el comercio de ultramar, que involucraba a las mujeres.
Juana estaba casada desde que tenía 15 años con Anselmo Sáenz Valiente y tendría con él once hijos. Se trataba de uno de los grandes comerciantes de la época, quien había logrado amasar una cuantiosa fortuna, con negocios entre el Virreinato y la metrópoli, lo que le había permitido integrar el Cabildo de Buenos Aires como alcalde de segundo voto. Durante las invasiones inglesas, Juana había acompañado a su madre en el cuidado de los fondos recolectados con miras a la reconquista. A su vez, su esposo había realizado colaboraciones para la compra de pertrechos durante los conflictos que enfrentó la ciudad. Lo cierto es que las vinculaciones y situación patrimonial de la familia Pueyrredón la hicieron acreedora de gran estimación de la sociedad porteña.
El Virrey Baltasar de Cisneros fue quien ordenó detener a su hermano por considerarlo un acérrimo partidario de la independencia y conspirar contra la autoridad. Iba a ser conducido a la Península para ser juzgado por alta traición.Los entretelones de los sucesos de aquella noche se conocieron a través de Tomás Guido. Según su relato, al momento en que toda la familia aguardaba expectante, Juana decidió presentarse ante la tropa y alzar la voz para arengar a quienes custodiaban al preso: “Compatriotas, ¿consentiréis que sea sacrificado vuestro compatriota y amigo por la cruel injusticia de un gobernante? ¿Consentiréis que sea expulsado de su país tal vez para siempre sin hacerle cargo, ni oírle ni juzgarle? ¡No, patricios! Dejad que huya mi hermano si no queréis haceros cómplices de una iniquidad que amenguará vuestra fama”.
Juana se dirigía de este modo a aquellos españoles americanos que hacía poco más de dos años se habían armado como milicias y habían luchado, codo a codo, contra los ingleses invasores, a la par de uno de los héroes de la reconquista, que había sido su hermano. De aquí se desprendía que Juana había encontrado fundamentación en los matices de la retórica; ella estaba interpretando su mejor papel a través de una capacidad discursiva, moviéndose con habilidad y maestría en el mundo de los hombres. Mientras las tropas la escucharon en silencio, las fuerzas encargadas de la custodia ya habían tomado la decisión de liberar a su prisionero.
Antes de morir, escribió su testamento donde pidió ser sepultada sin pompa alguna y también, contra la costumbre de la época, dejó en herencia buena parte de sus bienes a sus hijas mujeres.
