Termina la era Trump, signada por el odio y la fractura
El empresario y conductor de un reality show llegó a la presidencia montado sobre el descontento del sector más reaccionario de la sociedad. Durante su mandato, la “nueva derecha” pasó a primer plano. Racista, misógino y xenófobo, Donald Trump se va, pero lo que representa se queda.
Hoy es el último día de la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos. A menos que contemos las primeras horas de mañana, el día en el que debe entregarle (al parecer en ausencia) el mando a su sucesor, Joe Biden.
Trump se va, pero lo que representa se queda. El empresario y conductor de un reality show llegó al poder explotando lo que otros candidatos no supieron ver: el descontento de un sector de la sociedad estadounidense que había quedado enterrado en el discurso, imposibilitado de expresar sus ideas racistas, xenófobas y misóginas. Desde fuera del establishment político, pero bien plantado en el sector de los exitosos en términos económicos, él les dio voz. Y ellos le dieron el poder.
Su gran atractivo para ser candidato fue posicionarse como alguien que estaba fuera de la estructura corrupta y burocrática de los partidos políticos: podía burlarse tanto de los demócratas como de los elefantes del propio Grand Old Party. Quienes estaban hartos de los manejos de la política alejada de la gente vieron en él la posibilidad de llevar al poder la voz del “hombre común”. Solo que, envuelto en ese paquete de impertinencia jovial, venía un núcleo de ideología hiperconservadora que con su triunfo se convirtió en la ideología oficial.
Es así como la derecha alternativa (alt-right), también llamada “nueva derecha”, pasó a primer plano, tras años de verse suprimida por la mentada corrección política: quien se atreviera a pronunciar en público una frase racista o a discriminar a las mujeres o los inmigrantes se exponía a la condena social más potente e inmediata.
En el mundo de Trump, los nazis salieron a marchar a las calles.
No es casual que la retórica antiinmigración del entonces candidato haya calado hondo en buena parte de la población estadounidense. El postulante, que prometía construir un muro para separar al país de su vecino del sur y hacer que los propios mexicanos pagaran su construcción, estaba alcanzando los corazones de quienes siempre habían mirado con malos ojos a cualquiera que hablara español o tuviera la piel amarronada. Con Trump ya en el poder, se sintieron legitimados para volver a hacer flamear la bandera de la Confederación y salir a protestar con remeras estampadas con mensajes hitleristas, a veces en clave, otras no.
El presidente que se va deja un legado de odio y muchísimos e incontables memes. Pero los memes desaparecerán rápidamente; el odio, en cambio, permanece.
Los dos bandos de los “Estados Desunidos” chocaron constantemente durante su mandato, y lo hicieron de modo espectacular hace pocos días, cuando, sustentados en la negativa de Trump a reconocer el resultado de las elecciones, cientos o miles de sus seguidores invadieron el Capitolio. “¡Nos invitó el presidente de los Estados Unidos!”, gritaban. Muchos piensan que el propio Trump fomentó ese intento de golpe; otros temieron en los últimos meses una guerra civil.
La aparición del temible coronavirus SARS-CoV-2 y su rápida propagación por todo el mundo le dio a Trump la oportunidad de apoyarse otra vez en su discurso racista. No dejó de referirse a él como “el virus chino”, aun mucho después de que Estados Unidos se convirtiera en el principal escenario de la pandemia.
Lo cierto es que el gobierno reaccionó tarde y mal, y las cifras de estadounidenses muertos o contagiados (en un país donde la atención médica es muy costosa) comenzaron a crecer descontroladamente. Muchos piensan que sólo eso evitó que fuera reelecto.
Si el impeachment (juicio político) a Donald Trump tiene éxito, no podrá volver a postularse a la presidencia. Pero lo que puso de manifiesto en los últimos cuatro años excede a su figura. Mientras la sociedad estadounidense esté dividida, mientras una parte importante de la población se sienta necesitada de expresar su xenofobia, su racismo y su desprecio por todo lo diferente, habrá un Trump a la vuelta de la esquina, dispuesto a hacer su entrada triunfal. Y todo volverá a ocurrir.