Los rebeldes de Siria derrocan al régimen de Al Assad
Las calles de Damasco se convirtieron en el escenario de un cambio político cuando las fuerzas rebeldes, lideradas por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ingresaron a la capital siria.
Los rebeldes islamistas tomaron Damasco el domingo tras una ofensiva relámpago, haciendo huir al presidente Bashar al Assad y poniendo fin a cinco décadas de gobierno del partido Baath en Siria. En ese contexto, se vio a los residentes de la capital vitoreando en las calles mientras las facciones rebeldes anunciaban la marcha del “tirano” Assad, diciendo: “Declaramos libre la ciudad de Damasco”.
Días antes, HTS y sus aliados habían lanzado ataques coordinados desde su bastión en la provincia de Idlib, avanzando rápidamente hacia el sur. La captura de Homs, una ciudad clave en el centro de Siria, fue un golpe decisivo que abrió el camino hacia Damasco. La velocidad de los acontecimientos militares evidenciaron la fragilidad de un régimen que, durante años, dependió en gran medida del apoyo militar de Rusia e Irán para mantener su control.
La caída de Damasco marca el fin de una era que comenzó en 1970, cuando Hafez al-Assad, padre de Bashar, tomó el poder mediante un golpe de Estado. Bajo su liderazgo, Siria se convirtió en un actor clave en la política del Medio Oriente, aunque a menudo a costa de una despiadada represión interna.
Bashar al-Assad asumió la presidencia en 2000, prometiendo reformas que nunca se materializaron plenamente. La Primavera Árabe de 2011 desencadenó protestas masivas que fueron brutalmente reprimidas y llevaron al país a una guerra civil devastadora que dejó cientos de miles de muertos y millones de desplazados.
En las horas posteriores a la entrada de los rebeldes en Damasco, la ciudad ha experimentado escenas de euforia y caos. Miles de prisioneros políticos han sido liberados, y los símbolos del antiguo régimen están siendo desmantelados. Sin embargo, la incertidumbre prevalece.
La comunidad internacional observa con cautela, consciente de que la caída de un régimen no garantiza una transición pacífica. Las facciones rebeldes, aunque unidas en su oposición a Assad, tienen agendas diversas que podrían complicar la formación de un gobierno estable.
Para muchos, la caída de Assad es motivo de esperanza después de años de sufrimiento. Para otros, especialmente aquellos que se beneficiaron del antiguo régimen, el futuro es incierto. La infraestructura de la ciudad, ya debilitada por años de conflicto, está al borde del colapso, y la necesidad de ayuda humanitaria es más urgente que nunca.
“Tras 50 años de opresión bajo el régimen del Baath, y 13 años de crímenes, tiranía y desplazamientos (forzados)… anunciamos hoy el fin de este oscuro periodo y el comienzo de una nueva era para Siria”, aseguraron las facciones rebeldes. El primer ministro, Mohammed al Jalali, dijo estar dispuesto a cooperar con “cualquier liderazgo que elija el pueblo sirio”.
Rusia, principal aliado del dictador sirio, dijo que Al Assad había renunciado a la presidencia tras mantener conversaciones con las partes implicadas en el conflicto y había abandonado el país, sin precisar a dónde.