Rusia amenaza con cortar el gas a Moldavia
La empresa rusa de energía Gazprom reclama a ese país una deuda de 600 millones de euros. Si la misma no logra ser saldada, desde el 1° de diciembre cesará el suministro del combustible.
La empresa de energía rusa Gazprom anunció el sábado que cortará el suministro de gas a Moldavia a partir del 1° de diciembre si la antigua república soviética no paga antes de esa fecha la deuda acumulada de 600 millones de euros.
“Si el pago del suministro de gas no se paga en su totalidad y, en consecuencia, no se firma un nuevo contrato a partir del 1° de diciembre, Gazprom detendrá el suministro”, anunció el portavoz de la empresa, Sergei Kuprianov. Recientemente, el gobierno moldavo, euro-peísta, amplió por un mes más el contrato que debería haber expirado a finales de septiembre, pero las negociaciones con Gazprom se atascaron definitivamente por el aumento del precio: desde 550 dólares por mil metros cúbicos del anterior contrato a 790 dólares, una subida que a juicio de los moldavos “ni está justificada ni es realista”.
Esta exigencia llevó al Parlamento moldavo a votar el pasado viernes la aprobación del estado de emergencia, que permitirá al gobierno gestionar las reservas, con vistas a mantener los servicios esenciales, mientras busca nuevos proveedores en Rumanía y Ucrania. “Tenemos un déficit de unos 16 millones de metros cúbicos en el mercado nacional del gas”, dijo justificando la decisión la primera ministra, Natalia Gavrilita, y agreó: “La declaración del estado de emergencia permitirá proporcionar financiación a Energocom, el suministrador central de electricidad, para adquirir gas en el mercado al precio actual y al contado”.
En ese momento, Moldavia contaba todavía con el suministro ruso del 67% de su demanda, una situación ya preocupante en un país en el que la temperatura promedio de los meses de invierno es de cuatro grados bajo cero, pero la nueva amenaza de corte total del suministro aboca a una situación “crítica” que aumenta enormemente la presión sobre la UE, envuelta en su propia crisis energética.
El cierre del grifo del gas a Moldavia sirve a Moscú de herramienta de presión para que Bruselas autorice cuanto antes el funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2, que atraviesa el mar Báltico para transportar gas ruso a través de 1.225 kilómetros hasta la costa norte de Alemania y cuyas obras están ya terminadas.
En cuanto esté funcionando, Rusia duplicará sus exportaciones a Alemania, con una aportación de 55.000 millones de metros cúbicos cada año, sin tener que pasar por Ucrania, que obtiene derechos de tránsito por los gasoductos en su territorio.
Aunque los precios del gas baten récord en Europa y las reservas de los países europeos están en mínimos, desde Rusia se ponen nuevos obstáculos a las compras. El vicepresidente ruso, Alexander Novak, insistió el miércoles en que la certificación y rápida autorización del Nord Stream 2 podría ayudar a “enfriar” los precios del gas en Europa, consciente de que la falta en el suministro someterá a gran inestabilidad política a los países europeos.
La Comisión Europea, sin embargo, está escuchando a todos los socios. El gobierno de Polonia considera que el Nord Stream 2 pone en riesgo la seguridad de Europa central y oriental. El régimen ucraniano, que combate desde 2014 grupos separatistas respaldados por Rusia, teme incluso una invasión rusa cuando el nuevo gasoducto entre en funcionamiento. En EE. UU; que aceptó el proyecto a regañadientes ya que supone un aumento de la dependencia europea de Rusia, Biden ha nombrado un relator, destinado a Alemania, para vigilar de cerca la entrada de gas.
En diciembre de 2019, la construcción del gasoducto se interrumpió inicialmente por las sanciones impuestas por Donald Trump. Después de la victoria electoral de Biden, las empresas reanudaron el trabajo y la línea ya está casi lista, pero sigue siendo motivo permanente de discordia entre Rusia, Ucrania, Alemania y Estados Unidos.