Se cumple un año de la batalla de Lusail
Hace 365 días, la Selección Argentina superaba a Países Bajos en los penales y se clasificaba a la semifinal de la Copa del Mundo. Un partido épico e inolvidable.
Se sabía en la previa que iba a ser un partido que daría que hablar, pero más que nada por el historial mundialista entre Argentina y Países Bajos. Sin embargo, el condimento de las habladurías de los europeos horas antes de jugar en Lusail calentó aún más el duelo por cuartos de final, que quedará grabado por siempre en nuestra memoria. De este encuentro que fue de la victoria al empate, del sufrimiento al desahogo, y que dio origen al famoso “¿Qué mirás, bobo?”, hoy se cumplen 365 días. Un año de la batalla de Lusail en la Copa del Mundo de Catar.
La sangre en el ojo del equipo de Van Gaal venía desde la edición anterior, cuando el equipo dirigido entonces por Alejandro Sabella lo dejaría con las manos vacías de llegar a la final. Venía de vencer de buena manera a Estados Unidos por 3 a 1 en la instancia anterior, pero lo que se le venía no iba a ser para nada poca cosa.
Por su parte, el elenco de Lionel Scaloni había vencido 2 a 1 a Australia sufriendo hasta el final, pero estaba tranquilo porque había hecho bien las cosas. Lo que nadie iba a pensar era que el enfrentamiento con los de naranja iba a ser otra muestra de carácter y aún más sufrimiento, a pesar de estar en ventaja por dos goles.
Esa noche en Lusail, todo venía bastante equilibrado hasta que la Scaloneta se puso 1 a 0 con gol de Nahuel Molina, que definió muy bien mano a mano tras un pase extraordinario de Lionel Messi y que solo vio él.
Luego, en la segunda mitad, el astro estiraría el marcador para poner el 2 a 0 y una tranquilidad que no duraría demasiado; porque, como siempre, el Mundial tiene sus cosas y nunca, pero nunca, está todo dicho. Inclusive, estaría dedicado al propio Van Gaal, porque Messi haría el Topo Gigio, nunca antes visto en él.
El DT holandés se desesperó y mandó a la cancha a Weghorst, un nueve grandote para tirar pelotazos. Y le funcionó. El aplomo de los 80 minutos se diluyó en el cierre. Fue él quien se encargó de poner el descuento cuando quedaban siete minutos para el cierre. Leandro Paredes lanzó un pelotazo contra el banco de suplentes rival y desató la furia de los europeos, quienes entraron a los empujones. Luego llegó el empate, en la última jugada, y allí los corazones argentinos se paralizaron.
En el comienzo del alargue, Argentina parecía aturdida del cachetazo recibido. Pero se recuperó y en el segundo tiempo suplementario mereció algún gol más (un tiro de Enzo Fernández pegó en el palo). No se dio hasta en los penales, donde Emiliano Martínez tapó el primero a Van Dijk y el segundo a Berguis.
El objetivo de los siete partidos estaba cumplido, pero esa noche de furia se había conseguido algo más.
En este encuentro, los de Scaloni supieron que estaban listos para cualquier circunstancia, incluso los sufrimientos más profundos en los momentos más decisivos. Tras la clasificación, Messi, en una entrevista luego del partido, soltaría la frase “¿Qué mirás, bobo?”, en una actitud maradoniana que muchas veces se le exigió.