Cultura

Alfred Hitchcock, el indiscutible maestro del suspenso

Desde las películas mudas a las sonoras, el gran director de cine británico fundó el thriller psicológico y aceleró las pulsaciones de todos los espectadores del mundo.

El 13 de agosto de 1899, en un suburbio de Londres, nació Alfred Joseph Hitchcock, en el seno de una familia que él caracterizaría como “verdulera y católica durante siglos”. Su padre, que era verdulero, murió cuando él tenía 15 años, lo que intensificó la dependencia con su madre: al cabo de cada jornada de trabajo debía contarle, al pie de la cama, los pormenores del día. Solo la fantasía podía liberarlo de una rutina que atrozmente calcaba un día tras otro. Alfred había encontrado dos vías de escape: el dibujo y el cine del barrio.

Cuando ya era un veinteañero, se apersonó en una compañía cinematográfica –que luego sería la Paramount–, ofreciéndose para cualquier trabajo. Le encomendaron hacer los dibujos de los afiches y luego, con la valoración en alza de su trabajo, intervino en la realización de los decorados. Para finalmente arribar a la tarea que de veras lo entusiasmaba: escribir guiones y dirigir películas.

En 1925 estrenó su primera película, El jardín de la alegría, rodada en Alemania. En los cuatro años siguientes, entre 1925 y 1929, filmó diez películas mudas, la última de las cuales, Chantaje, al agregársele banda de sonido y algunos diálogos, se convertirían en la primera película sonora producida en Inglaterra.

Como sucede con tantos artistas, la popularidad que iba ganando en Inglaterra fue interpretada por la crítica como signo de escaso valor artístico. Hitchcock afrontó esa menguada comprensión de los especialistas con el mismo humor sombrío e irónico presente en sus películas. Se convertiría en profeta en su patria solo cuando Hollywood reconociera su genio. Eso ocurrió en 1939, cuando el productor norteamericano David Selznick lo instó a cruzar el océano Atlántico para firmar un contrato en virtud del cual haría una película que terminaría siendo Rebeca, una mujer inolvidable, la cual protagonizaron Joan Fontaine y Laurence Olivier, y que obtuvo el Óscar a mejor filme.

Se cuentan muchas anécdotas sobre las extravagancias de Alfred Hitchcock. Era proverbial su afición al champagne. Cuenta Joel McCrea acerca de Corresponsal extranjero: “Una vez debí filmar un largo parlamento. Cuando finalicé-y esperé sin éxito la voz de corten, miré por sobre mi hombro y encontré a Hitchcock totalmente dormido, roncando. Grité yo mismo corten y al despertarse preguntó: ¿Salió bien?. La mejor, contesté. Él simplemente dijo: Impriman”.

Tenía una relación distante con los actores y actrices, no exenta de desconfianza, lo que producía frecuentes fricciones. Pero en ocasiones la situación adquiría una atmósfera completamente distinta, cuando una actriz lo arrasaba de pasión. Así ocurrió con Ingrid Bergman, de la que se enamoró perdidamente, protagonista de tres de sus filmes: Cuéntame tu vida , Tuyo es mi corazón y Bajo el signo de Capricornio. Fue un amor no correspondido porque la sueca ya había entregado su corazón a otro director, el italiano Roberto Rossellini.

En 1960 se estrenó Psicosis, una de las películas cuyo bajo costo fue inversamente proporcional a su éxito. Los cines tenían estricta orden de no dejar entrar al público a la sala una vez comenzada la proyección. El filme tiene un momento que lo identifica para siempre: cuando el asesino corre la cortina de la bañera, tiene un cuchillo enorme en su mano derecha y lo descarga sobre el cuerpo desnudo de Marion. Ese grito sigue estremeciendo las pesadillas de todos los que vieron la película.

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