Noemí Alan, la diva de los 80 y su resiliencia actual

En un repaso histórico por los ciclos, personajes y figuras que marcaron un momento de la TV argentina, diario Hoy recuerda la vida de la actriz.

Noemí Alan nació en Buenos Aires en 1958 —su nombre original es Noemí Vicenta Aislán—. Con una escultural figura y una gracia característica como actriz, pudo consagrarse como una profesional dentro del universo de la interpretación y así dar sus pasos en la comedia desde los años setenta, cuando estaba siendo parte de estable de un programa titulado Hiper humor, en otros proyectos, junto a actores de primera línea como Alberto Olmedo, Tristán y Tato Bores. En esa entrega la diva hacía pasos de bailarina, mostraba sus curvas con un striptease muy cuidado donde ponía todo en juego para conquistar a la audiencia y a todos los seguidores.

Con una silueta privilegiada y la rapidez para los monólogos, Noemí ha sido consagrada, con el correr de los años, como un ícono de la pantalla chica. Ya adentrados los años ochenta, Noemí Alan transitaba su juventud y una vida brillante; entonces empezó a trabajar por la puerta grande en Calabromas junto al cómico Juan Carlos Calabró. Además de ello, también fue parte de otros ciclos muy exitosos y populares que terminarían convirtiéndose en clásicos de la pantalla como La peluquería de Don Mateo, Operación Jaja, entre otros.

Asimismo, formó parte de películas subidas de tono, pero con humor, bajo la dirección de Hugo Sofovich. Por ejemplo, en la pantalla grande actuó en comedias como Departamento compartido (1980) con la dirección del ya citado Hugo Sofovich, junto a Olmedo y Bores; Gran valor (1980) con Juan Carlos Calabró, con quien volvió a actuar en Johny Tolengo, el majestuoso en 1986. También compartió elenco con Gerardo Romano y Mónica Gonzaga.

En un abrir y cerrar de ojos, la joven y rubia debilidad estaba en la cima de su carrera profesional como actriz y vedette porque trabajaba en todos los lenguajes posibles como el cine, la radio, la pantalla chica y el séptimo arte. En la actualidad, es considerada una de las actrices del teatro y del género de a revista porteña más importante de aquella época. Además, estaba en las entregas de la cartelera central y tenía frases que aún perduran en el imaginario colectivo.

La vorágine era un hecho porque estaba todo el día trabajando, no descansaba y no podía darse una idea de cómo hacían sus colegas para cumplir con todas las producciones, la demanda dentro de una industria por demás cruel. Así fue que, como llegó a confesar en más de una ocasión, consumió cocaína para poder llegar a estar despierta, radiante y en término. Con el correr del tiempo, conoció a un hombre llamado Edgardo Moreira y tuvieron dos hijos, pero luego cada uno siguió su camino por separado. Además, la mujer estuvo muy complicada con su adicción e inició un tratamiento para poder dejarla. Con esfuerzo y perseverancia, la Tana dejó de lado su mal momento y siguió adelante. Ahora vive junto a sus herederos en una casa enorme en la provincia de Buenos Aires y siempre está acompañada por sus seres queridos. Se jubiló, pero siempre está en movimiento haciendo artesanías o peque-ñas producciones para poder ­comercializar.

Con talento y una sonrisa brillante, el icono de los años dorados de la argentina aún se encuentra más vigente que nunca y su resiliencia es una marca registrada. Además, tiene su interacción con los seguidores detrás del universo digital. Entre otros reconocimientos, en 2018 ganó un Premio Carlos por su labor como mejor actriz en la obra Extinguidas.

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