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Una cámara oculta y la infidelidad a la diva de los teléfonos

El matrimonio entre Susana Giménez y Huberto Roviralta finalizó por la revelación de un video sexual más una situación de violencia con un cenicerazo de por medio. Como dice el refrán: “De los cuernos y la muerte nadie se salva”. Ni siquiera los famosos de la farándula vernácula.

A finales de los años 80, Susana Giménez ya había dejado atrás su carrera como vedette para convertirse en actriz y posteriormente conductora de televisión gracias al ciclo que aún continúa en otro formato titulado Hola, Susana.

Por aquel entonces, la diva había terminado su relación con un joven Ricardo Darín. Tuvo amores furtivos hasta que conoció al aristócrata y polista jubilado Huberto Roviralta, que luego de un breve noviazgo le propuso casamiento. Así fue como alcanzaron una boda majestuosa, cubierta por todos los medios nacionales e internacionales con un vestido de ensueño diseñado por la fallecida Elsa Serrano y una fiesta majestuosa con las celebridades del momento.

Muy al estilo de los 90, la pareja tuvo su luna de miel, viajes por el exterior y la crecida constante de sus carreras profesionales. Sin embargo como no todo lo que brilla es oro, la debacle tardó una década en llegar. De todos modos así lo hizo con bombos y platillos en un escándalo que es recordado hasta nuestros días.

Sucede que si bien la carrera de “La Su” comenzó a crecer gracias a los contenidos de su show de concursos y entrevistas, los ingresos no podían equipararse a los de su cónyuge. Esto y otras crisis internas lograron generar una distancia que se vivió puertas adentro: solo ellos saben qué fue lo que ocurrió en esos tiempos.

En dicho contexto, el polista conoció a una mujer en un espacio médico cuando ambos debían someterse a rutina de exámenes.

La mujer en cuestión se hizo conocida porque frecuentaba la playa nudista de Moria Casán y salía esporádicamente en la pantalla chica cuando hacían el famoso “corte de corpiño” a la hora de inaugurar la temporada en el espacio veraniego de La Feliz. Esa persona se llamaba Flavia Miller y, poco a poco, comenzó a tener un lugar en la farándula mediática por sus pasos de comedia o dotes como aprendiz de vedette en obras de revista.

Al final de los encuentros, surgió una pasión desenfrenada entre Roviralta y MIller que los llevó a mantener reuniones prohibidas donde daban rienda suelta a la pasión. En ese contexto, filmaron el acto íntimo que, tiempo después, culminó visibilizándose en los medios de comunicación.

Una tarde, mientras la guardia periodística estaba en la puerta de la mansión que Susana y el polista compartían en Villa del Parque, se escucharon gritos y golpes. Minutos después, Huberto salió con una herida cortante en la nariz y un bolso pequeño dando pruebas de que ese ya no sería su domicilio.

Dado el alboroto que causó esta escena, la protagonista de La Mary brindó una conferencia de prensa donde explicó todo. Afirmó que discutieron, el muchacho se le abalanzó y ella se defendió, arrojándole un cenicero.

Tras el shock mediático, el paseo de Flavia por todos los programas y el llamado a silencio de la expareja involucrada, comenzó el juicio por el divorcio que no fue nada fácil. Es más, Susana ya estaba saliendo con Jorge “Corcho” Rodríguez. Sin embargo, por esas estrategias legales que suelen sentar precedente, Huberto logró una partida judicial a su favor y debió ser indemnizado con varios millones de dólares. Tras dirimir el conflicto cada uno continuó con su vida olvidándose de lo vivido, la fortuna perdida y de cualquier otra quimera que haya quedado en el medio.

Por su parte, Flavia dejó la actividad como figura mediática o vedette, pues se casó con un hombre que se desempeña como taxista hasta la actualidad. Es por ello que eligió otro destino y hoy trabaja en un comercio viviendo una vida anónima, lejos de los magazines bizarros, de las cámaras ocultas o los escándalos inventados.

Mientras tanto, Susana Giménez continuó con su trabajo acrecentando su popularidad como diva, tuvo amores que quedaron estancos y ahora disfruta de su vida en Uruguay, donde decidió transitar la pandemia junto a amigos y familiares.

Por último, el polista continuó con su carrera como administrador y figura aristocrática sin reincidir en romances con figuras del ambiente artístico.

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