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Buscarán salvar al telescopio Swift de la NASA

Puesto en órbita en 2004, el Neil Gehrels Swift Observatory es uno de los telescopios más longevos de la agencia espacial norteamericana. Hay un 90% de probabilidades de que se estrelle en 2027.

El telescopio espacial de la NASA Neil Gehrels Swift, lanzado en 2004 y dedicado al estudio de los rayos gamma desde la órbita terrestre baja, se encuentra en problemas ya que su órbita está decayendo a un ritmo que hará que reentre en la atmósfera y se destruya a finales del próximo año.

Ahora, una misión inédita a cargo de la empresa Katalyst Space Technologies pretende devolverlo a 600 kilómetros de altura y prolongar su vida útil. Utilizarán un Pegasus XL, un cohete que despega desde el vientre de un avión L-1011 Stargazer a 12.000 metros de altura.

Una vez en órbita, la nave de Katalyst empleará tres brazos robóticos diseñados para capturar a Swift, pese a que el telescopio nunca fue preparado para recibir mantenimiento.

El vehículo de rescate mide 1,5 metros y pesa unos 350 kilos. Su sistema de guiado fue optimizado para sostener una aproximación casi quirúrgica. A su vez, los ingenieros de la misión indicaron que la mayor parte del hardware necesario para las tareas de rescate ya se encontraba lista antes del anuncio oficial, lo que permitió acelerar los tiempos y ajustar el plan sin retrasos mayores.

El presupuesto total asciende a unos 30 millones de dólares, una cifra modesta frente a los 500 millones de dólares que costó la construcción original de Swift.

Kieran Wilson, vicepresidente de tecnología de Katalyst, sostuvo que el equipo modificará cualquier parámetro necesario para adaptarse a las condiciones reales del telescopio. Señaló que el lanzamiento programado para junio de 2026 es un compromiso firme y que el progreso dependerá de un monitoreo constante de la órbita de Swift.

A diferencia por ejemplo del Hubble, que incluyó un mecanismo de acoplamiento y zonas reforzadas para intervenciones humanas, este observatorio carece de puntos obvios de agarre. Sus paneles solares, sus antenas y sus ópticas forman un conjunto sensible que no tolera una aproximación brusca.

Además, sus detectores deben evitar cualquier exposición directa al Sol, la Tierra o la Luna, porque la luz intensa podría dañarlos.

La NASA explicó que esta estrategia permitirá probar una modalidad de intervención ágil y privada capaz de resolver situaciones que hasta ahora dependieron de misiones tripuladas costosas o de reemplazos completos de satélites. Asimismo, en un futuro cercano, la agencia imagina constelaciones enteras con mantenimiento rutinario en órbita gracias a vehículos robóticos especializados.

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