Contaminación lumínica: el lado oscuro del exceso de luz
El uso inapropiado y excesivo de la iluminación artificial durante la noche provoca alteraciones y desequilibrios en los ecosistemas terrestres y en la salud de los seres humanos.
Desde hace algunos años, la tecnología LED comenzaba a postularse como una herramienta vital para el alumbrado público, ya que (según expresa el lema publicitario que la acompaña) ofrece un “bajo consumo y evita la contaminación lumínica”.
Sin embargo, se calcula que en la actualidad un 80% de la población mundial no puede ver la Vía Láctea desde el lugar donde vive. De acuerdo a los datos científicos, la contaminación lumínica global crece a un ritmo del 2% anual.
Hoy en día, el exceso de luz presente en entornos urbanos crea “domos de luz” sobre las ciudades, que cada vez se extienden con mayor velocidad hacia las zonas suburbanas y rurales.
Para ahondar un poco más en las consecuencias de esta problemática, diario Hoy dialogó con Ricardo Tohmé, delegado por la Asociación Internacional Dark-Sky (IDA, por sus siglas en inglés) en Sudamérica y director ejecutivo de la Fundación Cielo Sustentable, la primera ONG latinoamericana dedicada a concientizar a la población sobre la contaminación lumínica.
—¿Qué es la contaminación lumínica?
—Se considera contaminación lumínica al uso inapropiado o excesivo de iluminación artificial durante la noche. Muchas de las luminarias de exteriores son ineficientes, demasiado brillantes, están mal direccionadas, incorrectamente apantalladas o, en ciertos casos, son completamente innecesarias. Esa luz y la energía eléctrica usada para generarla son derrochadas al dispersarse hacia el cielo, en lugar de apuntar a las áreas y objetos que necesitan ser iluminados. Al extender la iluminación artificial sobre áreas cada vez más extensas del planeta, lo que estamos haciendo los seres humanos es, en definitiva, hacer desaparecer la noche.
—¿Qué escenario nos depara si no se revierten estas prácticas excesivas?
—En el término de los próximos 50 años, desde amplias zonas de la Tierra será imposible ver las estrellas y mucho menos realizar observaciones astronómicas. Quizás ese sea el efecto más notable en lo inmediato, pero es apenas la punta del iceberg, ya que la contaminación lumínica provoca toda clase de alteraciones y desequilibrios en los ecosistemas terrestres.
—¿Cómo afecta esta contaminación a los seres humanos?
—Nuestros procesos fisiológicos son regulados por los ritmos circadianos que alternan períodos de sueño y vigilia, determinados por el ciclo natural día-noche. La mayoría de los LED utilizados para iluminación exterior y las pantallas de computadoras, televisores, teléfonos celulares y otros dispositivos electrónicos emiten mucha energía en las longitudes de onda de la luz azul. La exposición a esa luz resulta particularmente dañina para los seres humanos, ya que hace que el sistema nervioso interprete que sigue siendo de día, suprimiendo la producción de melatonina. Se trata de una hormona que nos ayuda a mantenernos saludables, ya que tiene propiedades antioxidantes, nos induce el sueño, fortalece el sistema inmunológico, reduce el colesterol y ayuda al funcionamiento de distintos órganos del cuerpo humano.
—¿Cómo repercute esta contaminación sobre el medioambiente?
—La contaminación lumínica afecta a una amplia variedad de organismos vivos, incluidos mamíferos, aves, reptiles, peces, insectos e incluso microorganismos, causando efectos adversos sobre el medioambiente y los ecosistemas. La disminución en las poblaciones de algunos insectos, atraídos por la excesiva iluminación, afecta negativamente a todas las especies que dependen de ellos para su alimentación o polinización. Además, varios estudios científicos recientes muestran que la contaminación lumínica interfiere negativamente en los comportamientos de migración y reproducción de diversos tipos de criaturas, y eventualmente esto amenazará la biodiversidad.
—¿Se puede revertir este tipo de contaminación?
—Sí, y de hecho tenemos toda la tecnología necesaria para hacerlo, pero el cambio necesario debe ser más que nada cultural. Confío en que eventualmente, habrá cambios en la legislación vigente que eliminarán algunas de las causas actuales de la contaminación lumínica. Sin embargo, creo que no debemos esperar a que esos cambios se produzcan, ya que con algunas acciones individuales podemos ser parte de la solución en lugar de ser parte del problema. Elegir un mejor diseño de las luminarias que las apantalle, evitando que la luz escape por encima de la horizontal; el uso de sensores de movimiento y temporizadores para apagar o atenuar las fuentes de luz artificial cuando no son necesarias; evitar la sobreiluminación, la intrusión lumínica y el encandilamiento, son algunas de las iniciativas que podemos poner en práctica hoy para aportar nuestro granito de arena.