Cultura

Cuando la Noche de los Lápices llegó a los cines

Rodada en el marco del Juicio a las Juntas y el Óscar a La historia oficial, la película de Héctor Olivera retrató los sucesos de septiembre de 1976 con la huella del horror todavía fresca.

Habían pasado solo diez años de la Noche de los Lápices. Las heridas estaban frescas y todavía se podía escuchar el eco de los gritos. Sin embargo, la sociedad argentina estaba en plena revisión de su pasado inmediato y el cine no podía ser la excepción. Así como una serie de libros, obras de teatro y canciones comenzaron a dejar registro del horror de la dictadura cívico militar, el público y la crítica del séptimo arte recibieron los primeros filmes argentinos que retrataron esos años, desde Los chicos de la guerra, de Bebe Kamin, hasta La historia oficial de Luis Puenzo, pasando por Made in Argentina.

Héctor Olivera tenía su propio bagaje alrededor del cine comprometido socialmente. Además de adaptar un cuento de Borges (El muerto, 1975), inmediatamente antes de la dictadura había filmado La Patagonia rebelde (1974) y rodó su propia versión fílmica de No habrá más penas ni olvido (1983) con la democracia en la puerta de la historia reciente. Luego, en el marco del Juicio a las Juntas y el premio Óscar de La historia oficial, se propuso llevar a la pantalla grande los sucesos de septiembre de 1976 en La Plata.

Apoyándose en el libro homónimo de María Seoane y Héctor Ruiz Nú­ñez y el testimonio del único sobreviviente, Pablo Díaz, Olivera reconstruyó la trágica saga de episodios y decidió rodar íntegramente la película en La Plata, incluyendo la Escuela de la Universidad de Bellas Artes, el preciso lugar donde sucedieron algunos de los hechos centrales. Si bien por entonces muchos de sus actores y actrices más jóvenes eran perfectos desconocidos, buena parte del elenco adquirió cierta popularidad con el paso de los años. Por ejemplo, Alejo García Pintos (que interpretó a Pablo Díaz), Adriana Sa­lonia (que se ocupó del papel de María Clara Ciocchini), Pablo No­vak, Pepe Monje e incluso Leonardo Sbaraglia. Para cada uno de ellos, el rodaje resultó una prueba de fuego.

“Los actores que interpretaron a los chicos desaparecidos vivieron en las casas de sus familiares durante un mes antes del rodaje y empezaron a sentir la vida que llevaba cada uno”, dijo Pablo Díaz, el sobreviviente. “En las grabaciones, incluso, hubo quienes usaron su ropa. Yo participé paralelamente en la elaboración de la película y del libro. Durante el rodaje, estuve observándolo todo, pendiente de cada escena para hacer correcciones. Cuando terminó la grabación de la escena final, cuando el director dijo corte, lloré desconsoladamente junto con los familiares de mis compañeros desa­parecidos”, recordó emocionado.

La Noche de los Lápices se estrenó el 4 de septiembre de 1986. En La Plata, la sala estaba absolutamente desbordada de un público que, de acuerdo a las crónicas de la época, “reaccionó con llantos y una larga ovación de pie”. Díaz, sin embargo, todavía se preguntaba por qué había aceptado participar del proyecto. “Pocos años después, leyendo a Goethe, lo entendí todo: Werther, uno de sus personajes, se suicida luego de ver morir a su amiga Carlota, y con el suicidio desaparece todo rastro de ella. Entonces me convencí de que mi testimonio serviría para que mis amigos y su memoria siguieran vivos, para que no desaparecieran del todo”.

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