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Curiosidades del Premio Nobel

El galardón fue estatuido a fines del siglo diecinueve, como legado del inventor de la dinamita. A lo largo de su historia ha deparado numerosas sorpresas y enigmas.

El prestigio que otorga ganar un Premio Nobel se asemeja a la vejez. Es aceptar que ya se hizo lo que se tenía para hacer, que ya no se podrá ser otra persona y que la existencia se ha clausurado. En definitiva, que uno ya es parte de la historia. A partir de ese momento, se vive como si la vida ya hubiera quedado atrás y la existencia se redujera a una muerte ardiente. Lo cierto es que el origen de este galardón –los motivos de cuya sempiterna gloria son indescifrables-, se remonta al 27 de noviembre de 1895, día en que el inventor sueco Alfred Nobel firmó su testamento.

Nobel hizo una fortuna con inventos y patentes sobre explosivos, entre ellos la nitroglicerina, la gelignita y la dinamita, siguiendo los pasos de su padre Immanuel, quien también había sido ingeniero, arquitecto, inventor y fabricante de explosivos para el gobierno ruso. Más allá de que era una actividad aprovechada sistemáticamente por la industria bélica, Alfred Nobel tenía convicciones pacifistas y se interesaba mucho por la política mundial, el arte y la literatura. Era también un hombre taciturno, solitario. No llegó a casarse y solo se le conoció un romance con la escritora y líder pacifista Bertha von Suttner, quien fue la primera mujer en recibir el Premio Nobel de la Paz; pero ella prefirió abandonar a Alfred para casarse con un millonario austríaco.

Llegó a tener negocios importantes en ocho países y dominar cinco idiomas (francés, inglés, sueco, ruso y alemán). Eso lo llevó a conocer de cerca los problemas más acuciantes de su tiempo. El más importante de ellos era la habitual falta de recompensa para las esforzadas labores científicas y literarias. El deseo de Nobel era que su colosal patrimonio sirviera para beneficio de la humanidad. Un año antes de morir en San Remo, Italia, el magnate fijó el destino ulterior de su fortuna, ya que no tenía hijos ni familiares directos que lo heredaran. Los intereses de un equivalente a nueve millones de dólares habrían de ser entregados en premios anuales, que se concedieron desde 1901 hasta la actualidad. Todos ellos deben ser entregados a personas vivas y no a instituciones o grupos.

Cuidadoso de los detalles, no solo precisó el contenido de los premios, sino que también dejó por escrito las instituciones que los entregarían. Así, los premios de Física y Química son otorgados por la Academia de Ciencias de Suecia; aquellos a logros fisiológicos o médicos, por el Instituto Karolinska; y los de Literatura, por la Academia Sueca. En 1968, y por decisión del Banco Nacional de Suecia, se agregó un premio a las Ciencias Económicas, que también es entregado por la Academia Real de Ciencia. Por último, en cuanto al premio Nobel de la Paz, su elección anual fue transferida por Nobel a Storting (o parlamento noruego); hasta 1905, Noruega dependía del rey de Suecia, pero poseía un parlamento propio, al que Nobel creyó más ilustrado por sus compatriotas suecos en los temas de la paz mundial. En este caso, los beneficiarios sí pueden ser instituciones, como ha sido el caso de la Cruz Roja Internacional.

La continuidad de los premios está asegurada por la Fundación Nobel, cuyos directivos son responsables del capital y de las inversiones internacionales que garantizan su rendimiento. En las ceremonias anuales se produjeron interrupciones a raíz de la Segunda Guerra Mundial y en algunos años no se concedieron premios en todos los rubros. Por otro lado, se produjeron curiosos desdenes de la fortuna: el químico alemán Richard Kuhn rechazó en 1937 el Nobel por expresa prohibición de Adolf Hitler; y ese caso se reiteró cuando otro alemán, Adolf F.J. Butenand, debió rechazarlo al año siguiente. Un caso similar ocurrió con el ruso Boris Pasternak; su novela Dr. Zhivago había sido rechazada por revistas de Moscú, pero fue publicada clandestinamente afuera, mientras en la Unión Soviética era ferozmente criticada por su presunto ataque a la Revolución de Octubre. En esas circunstancias, Pasternak recibió el Nobel de Literatura en 1958. Pero no solamente el Gobierno soviético le impidió recibirlo sino que Pasternak fue expulsado de la Unión de Traductores. Por su parte, en 1964, Jean Paul Sartre declinó del otorgamiento del Nobel de Literatura, remiso a cualquier consagración del establishment y deslizó que un justo ganador sería el poeta chileno Pablo Neruda, quien obtendría la distinción en 1971.

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