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El amor en tiempos de cólera entre neandertales y sapiens

Si bien siempre se habló del enfrentamiento entre estas dos especies durante los 100.000 años que convivieron en el planeta, nuevos registros arqueológicos estudian la posibilidad de que también hayan cruzado sus genes.

Durante mucho tiempo, la lectura más aceptada ha señalado que neandertales y sapiens mantuvieron un enfrentamiento de 100.000 años durante el tiempo que duró su convivencia en el planeta. La extinción de la última especie hermana pudo deberse a cambios climáticos, quizá a su propia condición anatómica, incluso a los efectos de una epidemia que los diezmara. Pero los nuevos registros arqueológicos y los avances en la comprensión del genoma humano han transformado por completo el modo en que ahora podemos contar nuestra historia junto a los neandertales. Ahora se sabe, por ejemplo, que llevamos una carga genética de entre un 1% y un 4% de ADN neandertal.

La densidad de población en Eurasia, a lo largo del Pleistoceno superior, debió ser muy pequeña. No es una mera cifra, sino que atiende a las posibilidades de encuentro que pudieron darse en el pasado entre ambas comunidades. Además de la poca densidad de población, los lugares de residencia (cuevas, abrigos o cauces fluviales) se reutilizaban de manera reiterada por los mismos grupos a lo largo del tiempo.

Así, las posibilidades de contacto entre ambas especies debieron ser muy escasas. Sin embargo, entre neandertales y sapiens hubo más encuentros de los que parecían probables, y no solo hubo competencia.

Recientemente, los expertos lograron secuenciar el ADN neandertal en restos humanos como los de El Sidrón (Asturias), Vindija (Croacia) o Mezmaiskaya (Rusia), y pudieron establecer comparaciones con el ADN de poblaciones modernas, así como con los primeros sapiens que llegaron a Europa. La importancia de la secuenciación ha culminado recientemente con la concesión del Nobel de Medicina a su pionero, Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig.

Por el momento, los encuentros debieron si estar limitados a contextos geográficos y cronológicos concretos. Se sabe que al menos pudieron producirse en los montes Altai de Siberia hace unos 100.000 años, en Próximo Oriente cerca de los 60.000 años y ya en Europa central alrededor de los 40.000 años, y todo ello en base a registros genéticos de sapiens y neandertales.

La relación “amorosa” entre especies debió restringirse a la integración de individuos aislados dentro de grupos ajenos. Suele dejarse de lado la importancia que tiene la cultura como diferenciadora entre los grupos humanos. Aunque no se reconocieran como especies distintas, sí debieron considerarse diferentes tal como su cultura material lo indica. Esos procesos de selección cultural en la descendencia debieron esculpir nuestra limitada carga genética neandertal.

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