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Jaime de Nevares, el obispo de los humillados y ofendidos

Este obispo de Neuquén fue uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Siempre acompañó la lucha de los mapuches por la recuperación de sus tierras.

Más de una vez pensó que podían pasarle cosas terribles, e incluso le extrañó que no le sucedieran. Pero Jaime de Nevares nunca tuvo miedo; ni siquiera cuando tirotearon la puerta de la sala de la Catedral donde solía reunirse con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, ni cuando veía la cantidad de autos sin patente que rondaban aquella manzana. Sin embargo, nada de lo que hizo lo atribuía a su coraje, sino más bien a su inconsciencia: desde que entró en el seminario y se dedicó con los padres salesianos a la juventud, halló la manera de contribuir al país. “No es un error llamar a eso política”, expresó.

Nacido en Buenos Aires el 29 de enero de 1915, Jaime de Nevares realizó su educación inicial primero en Francia y luego con una maestra particular, Ernestina Pelaborde. Aunque en 1940 se recibió de abogado en la Universidad de Buenos Aires, su verdadera vocación la encontró al inscribirse en el seminario de los padres salesianos, donde desarrolló su formación eclesiástica. Luego fue nombrado primer sacerdote en la provincia de Córdoba y director espiritual del Colegio Don Bosco de Bahía Blanca. Su labor significó una apertura sin precedentes de la Iglesia a toda la comunidad, ocupándose de sus carencias e injusticias.

El 12 de junio de 1961 su vida cambiaría para siempre. Ese día le comunicaron su nombramiento como obispo. En el libro del padre San Sebastián, el propio De Nevares lo expresa de la siguiente forma: “Estaba en Viedma jugando al fútbol con los clérigos cuando me llegó un telegrama del padre Minervini, inspector salesiano de Buenos Aires, que decía que debía presentarme urgentemente en Buenos Aires. Allí me ­dijeron que el papa Juan XXIII me había ­elegido como obispo de la nueva diócesis de Neuquén”. Ese nuevo rol implicó conducir el nacimiento y destino de la sede de la Iglesia en una provincia que solo tenía cuatro años de vida autónoma. Desde su lugar, defendió sus convicciones políticas, algo que lo alejó de las simpatías de los gobiernos militares y lo hizo próximo de aquellos que se hallaban marginados.

En diciembre de 1969, los obreros de la represa del Chocón llevaron adelante una protesta masiva contra el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía para reclamar mejores condiciones de vida. Más de 3.000 trabajadores participaron de la manifestación y la solidaridad se puso en marcha en las reuniones sindicales de maquinistas y de empacadores de la fruta de Río Negro y Neuquén. En ese contexto, Jaime de Nevares inició una excepcional mediación durante el conflicto, reclamando la intervención del gobierno provincial, que hasta ese momento hacía oídos sordos. Asimismo, más de una vez se escuchó al obispo pronunciarse contra el genocidio de la política del gobierno nacional contra los pueblos originarios –por ejemplo, el mapuche– y sobre la negación del “derecho de existencia” de grupos humanos enteros.

Ya considerado como una de las figuras más emblemáticas en la lucha por los derechos humanos, sostuvo: “Como hombre de la Iglesia debo mantener mi independencia. Yo no soy candidato para la conveniencia de un partido. En general, esa es la confusión de los candidatos: hacer ver las conveniencias del partido como si fueran las de la Nación”. En 1994, incursionó en la política nacional, siendo elegido convencional constituyente para la reforma de la carta magna. En ese sentido, explicó que la decisión de ser candidato por el Frente Grande la tomó sin vacilaciones, y sobre todo por las condiciones en que se le ofreció el canal de actuación, sin dependencia ideológica ni partidaria: “Ante esto y la posibilidad de aportar un grano de arena en un momento tan importante para el país, y además siendo abogado, me pareció indispensable no dar un paso al costado. Creo que hubiera sido una incoherencia y una cobardía”. Jaime de Nevares murió al año siguiente, a sus 80 años.

Su amigo Osvaldo Bayer escribió el guion de la película Jaime de Nevares, último viaje, un documental que recrea la vida de este obispo que ejerció el cristianismo hasta sus últimas consecuencias.

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