cultura

El generalísimo Francisco Franco

Impuso monótonamente su voluntad durante 40 años en España.

España parecía al fin resignada a soportarlo hasta su muerte. Él asumía todas las responsabilidades de estado. Durante las reuniones de gabinete, debían pedirle permiso para salir a fumar, como escolares, o para beberse un vaso de agua en la antesala. Francisco Franco se sentía un padre omnipotente, el único español cuya voluntad importaba. El aparato de censura que él estableció obligaba a que cada periódico presentara un ejemplar al gobierno media hora antes de que saliera a la venta. Durante toda la dictadura hubo ejecuciones, hasta llegar a casi 25.000, las últimas se produjeron el 27 de septiembre de 1975.

El general casi adolescente que aniquiló la revuelta de Abd-el-Krim en el Marruecos de 1925, pasó a ser el caudillo que limpió los alrededores de su trono hasta que no quedó nadie capaz de ensombrecerlo. Ese el hombrecito rechoncho, bajo y rara vez sonriente, asomaba en todas las monedas españolas, y dejó en el inconsciente colectivo de España un peso abrumador que aún no ha logrado sacarse de encima.

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