cultura
El poeta que se recitaba en los prostíbulos
Pablo Neruda es uno de los poetas en nuestro idioma más populares de todos los tiempos. Su poesía atraviesa los tiempos y las clases sociales.
Pablo Neruda era un fiel convencido de que toda literatura es comprometida, nunca se extrañó de que su poesía se recitase en los prostíbulos: “En definitiva, he llegado a todos los lugares del pueblo”, se defendía. Pero su actitud hacia el pueblo no era paternalista, sino que lo emocionaba la confianza que éste depositaba en él. Por eso nunca se cansó de recorrerlo.
Neruda se consideraba poeta local de Chile y provinciano de América Latina. Su alegría más grande no fue ni más ni menos que leer su poesía y ser oído en lugares desolados: en el desierto a los mineros del norte de Chile, en el estrecho de Magallanes a los esquiladores de ovejas, en un galpón lleno de lana sucia, sudor y soledad.
En 1923 publica su primer libro, “Crepusculario”, que es muy bien recibido por la crítica. Al año siguiente aparece la que será la más popular de sus obras, “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que se convertirá en uno de los poemarios amorosos más conocidos en la poesía contemporánea.
“Si gana la izquierda y hay intervención de Estados Unidos, conseguiremos la unión de todo el pueblo chileno, resistiremos. Porque las fuerzas armadas vienen del pueblo”, vaticinó erróneamente durante un reportaje que le hicieron cuando asumió Salvador Allende. Su compromiso iba más allá de las fronteras. El 18 de julio de 1936 estalla la sublevación militar con la que comienza la guerra civil española. El 16 de agosto de ese año es asesinado Federico García Lorca. El 24 de septiembre, Neruda publica en la revista El Mono Azul, su poema “ Canto a las madres de los milicianos muertos”. Con esos versos – que se publican en forma anónima, puesto que por su cargo consular el poeta debe mantener una actitud de neutralidad frente al conflicto -, se inicia una nueva fase de la poesía de Neruda, comprometida con las causas que defienden la libertad y los derechos del hombre. Ese poema es parte de “España en el corazón”, que se incorpora al libro Tercera residencia.
La poeta Gabriela Mistral destacaba la originalidad del léxico en Neruda, su adopción del vocablo violento y crudo, que correspondía en primer lugar a una naturaleza que por ser rica es desbordante y desnuda, y en segundo lugar a cierta profesión de fe antipreciosista. Neruda solía asegurar que su generación de Chile se ha liberado gracias a él del neogongorismo del tiempo. No se sabe si la defensa del contagio ha sido un bien o un mal; en todo caso se celebró por haber guardado el magnífico vigor del propio Neruda.
Asimismo, Mistral aseguró que la expresividad contumaz de Neruda era una marca de idiosincrasia chilena genuina: “Nuestro pueblo está distante de su grandísimo poeta y, sin embargo, él tiene la misma repulsión de su artista respecto a la lengua manida y barbilinda. Es preciso recordar el empalagoso almacén lingüístico de “bulbules”, “cendales”, y “rosas”‘ en que nos dejó atollados el modernismo segundón, para entender esta ráfaga marina asalmuerada con que Pablo Neruda limpia su atmósfera propia y quiere despejar la general”.
La literatura latinoamericana le debe un favor extraordinario. La literatura chilena, en particular, estuvo muchos años regida por una especie de Senado remolón que fue clásico con Bello y seudoclásico después, apenas si en uno u otro trozo ha dejado ver las entrañas ígneas de la raza, por lo que la chilenidad aparece en las Antologías seca, lerda y pesada. Neruda hizo estallar en “Residencia” unas tremendas levaduras chilenas que aseguraron porvenir poético muy ancho y feraz.
La obra de Neruda, que comprende 45 libros, más diversas recopilaciones y antologías, ha sido traducida a más de 35 idiomas, es conocida en todos los países del mundo, y estudiada en las principales universidades y centros de investigación literaria. Su popularidad y vigencia son permanentes y sus lectores se cuentan por millones a través del mundo.
