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Geoingeniería: intervención climática fuera de control

A raíz de los cambios meteorológicos, algunos gobiernos apuntan a estrategias tecnológicas para evitar los impactos catastróficos del calentamiento global. Los antecedentes y las consecuencias que estas acciones podrían desencadenar.

Olas de calor intensas, agobiantes e insufribles, y sus derivaciones, como problemas de salud, animales en peligro y grandes sequías. Las altas temperaturas azotan varios puntos del planeta y la amenaza de un cambio climático está latente desde hace varios años. Por ello, científicos y científicas evalúan las formas de poder alterar el clima para aliviar el calentamiento global, acciones que podrían traer beneficios, pero también grandes daños.

Para ejercer estas intervenciones, un término que cada vez toma más fuerza es la geoingeniería, que se refiere a los esfuerzos deliberados por manipular el clima reflejando más luz solar hacia el espacio, imitando un proceso natural que se produce tras las grandes erupciones volcánicas. En teoría, rociar azufre y partículas similares en cantidades suficientes podría aliviar el calentamiento global.

Vale aclarar que las diversas estrategias que implementen los expertos traen consigo controversias éticas. Influir sobre el clima genera contradicciones, porque si bien en promedio la temperatura de la Tierra bajaría, tendría algunas consecuencias que serían asimétricas según las regiones, por ejemplo, con respecto a la lluvia.

Según los expertos, en algunas tendería a llover más y en otras menos. Y esa asimetría con ­respecto al agua tiene consecuencias muy claras sobre la salud humana, la biodiversidad y la producción de alimentos.

Manipulación

La manipulación del clima como arma bélica no es una noticia nueva y se encuentra en la agenda de las fuerzas militares de Estados Unidos, como así también en la de otras potencias.

Durante los 70 se confirmaron experimentos durante la guerra de Vietnam para lograr que lloviera durante mucho tiempo y de esa manera conseguir inundar caminos y arruinar los cultivos de arroz de los vietnamitas que enfrentaban a Estados Unidos.

En 1996, la Fuerza Aérea estadounidense publicó un polémico documento que refleja sus intenciones. “El tiempo atmosférico como multiplicador de la fuerza: poseyendo el clima en 2025”, así se tituló.

Entre los proyectos más preocupantes se encuentra el manejo de la radiación solar, cuya meta, aseguran, es disminuir la cantidad de ra­yos. Si se lograra disminuir la luz solar que llega por ejemplo al norte, podría producirse una sequía extre­ma en África y una disrupción de los monzones en Asia, poniendo en riesgo las fuentes de agua y alimentación de dos billones de personas.

Hasta el momento, las técnicas de geoingeniería son mayormente teóricas, salvo algunas pocas como la fertilización oceánica, de los que se conocen experimentos tanto legales como ilegales.

Otro ejemplo que salió a la luz es el caso de China, que el año pasado decidió combatir la sequía que afecta a varios países del hemisferio norte lanzando varillas de yoduro de plata hacia el cielo para atraer más lluvias.

Las varillas se disparan a las nubes existentes para ayudar a formar cristales de hielo que obligan a la nube a producir más lluvia. Vale aclarar que el país asiático ya utilizó la siembra de nubes antes de los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008.

Sin duda, la geoingeniería abrió un gran debate, una lucha de poder, de visiones y de discusiones de cuestiones éticas que se irán acrecentando con la fuerza de la naturaleza. Lo que se presenta como tecnología para combatir el cambio climático no deja de ser un arma letal en manos de las potencias. Con antecedentes de su empleo en guerras, lejos se está de poder brindar seguridad y de ser bien vistas y seguras para la sociedad.

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