Ciencia

La gran cruzada de un ecólogo: “salvar el silencio” de la Tierra

Gordon Hempton busca y documenta los paisajes sonoros naturales que desaparecen del planeta. “Cuando salvás el silencio, en realidad terminás salvando todo lo demás también”, dice.

Durante los últimos 41 años, el ecologista acústico Gordon Hempton ha dado la vuelta al mundo tres veces buscando y documentando los paisajes sonoros naturales que están desapareciendo del planeta. “¿Por qué salvar el silencio? ¿No es más importante el calentamiento global, la limpieza de desechos tóxicos y la restauración del hábitat y las especies en peligro de extinción?”, se pregunta. Y responde: “Cuando salvás el silencio, en realidad terminás salvando todo lo demás también”.

De acuerdo a la mirada de Hempton, el silencio no es la ausencia de sonido, sino el silenciamiento de la contaminación acústica provocada por el hombre. En un mundo cada vez más ruidoso, este especialista californiano de 68 años ha pasado la mayor parte de su vida hablando en nombre del silencio. Recientemente, lanzó Quiet Parks International (QPI), una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo certificar y preservar los últimos paisajes sonoros naturales de la Tierra del escándalo de la humanidad a través del “turismo tranquilo”.

Entre las cruzadas ambientales, la contaminación acústica suele ser minimizada. Sin embargo, su importancia es fundamental. Así como los humanos hemos ensuciado la tierra y los mares con nuestra basura, también estamos contaminando el planeta con una exposición sostenida a sonidos artificiales. Y aunque el ruido a menudo se trata más como una molestia, hay una creciente evidencia que sugiere que también podría estar dañando nuestra salud. Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, los efectos de la exposición a la contaminación acústica ambiental a largo plazo incluyen ataques cardíacos, presión arterial alta, accidentes cerebrovasculares, diabetes, demencia y depresión.

Por supuesto, el ruido humano también está devastando el mundo natural. Según un informe publicado en la revista Biology Letters, la contaminación acústica amenaza la supervivencia de más de cien especies animales diferentes. Dado que los animales dependen del sonido para todo (desde encontrar pareja hasta migrar, cazar y evitar a los depredadores), estudio tras estudio se ha revelado que el ruido humano los afecta radicalmente.

La lista es extensa y abarca todo tipo de animales. El ruido del tráfico eleva la frecuencia cardíaca de la oruga de la mariposa. El ruido distante de las estaciones de compresión le dificulta a los búhos localizar a sus presas. El eco de las motos de nieve hace que los niveles de la hormona del estrés aumenten en lobos y alces. En hábitats ruidosos, los pájaros y las ranas han tenido que adaptar sus llamadas para hacerse oír sobre nuestro bullicio. El ruido del transporte marítimo, la minería de aguas profundas y los estudios sísmicos son la causa más probable del varamiento masivo de delfines y ballenas; y está relacionado con que bancos enteros desarrollen estrés, pérdida auditiva y enfermedades crónicas.

“Lo que realmente me preocupa es que, en el siglo XXI, vamos a hacerle al aire lo que le hicimos a la tierra en el siglo XX. Convirtiendo cada barrio en un aeropuerto y cada calle en una pista de aterrizaje para nuestros drones”, dice Hempton. “La amenaza viene de arriba, y no es Dios”.

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