Cultura

Popeye, el primer superhéroe

El marinero tuerto de antebrazos poderosos e infaltable pipa fue creado para vender latas de espinaca y terminó convirtiéndose en un ídolo que venció al tiempo.

Todo empezó en 1929, cuando una empresa que comercializaba conservas de espinaca se propuso una meta que parecía inalcanzable: hacer que los niños la comieran ávidamente. Para ello recurrieron al talento de Elzie Crisler Segar. El dibujante y guionista, tras ganarse la vida en los más diversos oficios, desde pintor a músico de vaudeville pasando por proyeccionista en cines, publicaba sus historietas en el Evenining Journal de Nueva York. El 17 de enero de ese año hace su aparición Popeye el marino, un personaje muy rústico, sin otras sutilezas que las nacidas de sus poderosos puños. Ese personaje, incluido como uno más, por el dibujante estadounidense en su tira Thimble Theatre, fue imponiéndose por su creciente popularidad hasta darle el nombre a la historieta.

Thimble Theatre era una serie de historietas que comenzó a ofrecerse en el vespertino neoyorquino el 19 de diciembre de 1919. En principio, era una puesta en viñetas de intrigas teatrales y cinematográficas de Ed Wheelan, pero en estas tiras aparecían deformadas por un marcado tono humorístico. Allí se contaban las historias de Olivia Oyl, una joven criada tan bella como desprotegida contra los males de su perverso entorno; las de su disparatado hermano, Caster Oyl y, por último, las de Ham Gravy, su novio fanfarrón. Pronto aparecería un personaje secundario que les tendría que ayudar en una misión: un tal Popeye. Su nombre era la mezcla de las palabras Pop Eye, cuya traducción sería “ojo saltón”, que irrumpía así en la historieta con su célebre frase: “Ja, ¿acaso piensas que no soy un marino?” .

La aventura que dio comienzo al ícono de muchas generaciones de niños se estrenó el 17 de abril de 1929, cuando el hermano de Olivia se embarcó hacia África para jugar en un casino situado en una remota isla. El patrón de la barcaza era un hombre malhablado, valiente, de gran fuerza, tuerto y acompañado de una pipa de maíz, que al engullir el contenido de la legendaria Whiffle Hen obtenía un invencible poder físico. El estallido de popularidad fue tal que de sus tiras nacieron marcas de espinacas, de hamburgueserías e incluso el nombre del todoterreno por excelencia, el Jeep.

En 1939, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la imagen de Popeye fue utilizada en los afiches con los que la Armada estadounidense convocaba a los jóvenes a sumarse a sus filas. En 1933, los hermanos Max y Dave Fleischer, (creadores también de Betty Boop, Koko el payaso, entre otros), lanzaron al marino y su providencial espinaca a la consagración definitiva en forma de cortometrajes de dibujos animados. Significó el inicio de una serie de producciones que lo convertirían en todo un ícono de la cultura popular de Occidente, llevándolo incluso a largometrajes y a programas de televisión. Según el fundador de la Academia de Arte Cómico de San Francisco, Bill Blackbeard, a Popeye se le puede considerar un precursor de los superhéroes, pues antes de que Superman o el Capitán América dominasen los cómics, estuvieron el marino y sus espinacas.

Popeye no sólo surcaba los mares sino también los aires. Su imagen estaba en los aviones de la Fuerza Aérea de la Segunda República Española durante la Guerra Civil. El marino apareció en los caza Polikarpov I-16 durante la contienda. Los aviones con la imagen de Popeye se pueden ver en el Museo del Aire en Madrid.

La empresa estadounidense fabricante de espinacas en conserva había alcanzado con amplitud su objetivo: el consumo de espinaca creció geométricamente en los años 30, convirtiéndose en la verdura de la época de la Gran Depresión. Mostraron un muy fino olfato comercial al trabajar las infinitas posibilidades que los medios de difusión ofrecían, para colocar exitosamente en el mercado un producto avalado por las simpatías cosechadas en el imaginario popular.

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