Cultura

Rafael Felipe Oteriño, un platense que se luce en el uso de la palabra

El poeta, ensayista y abogado nacido en nuestra ciudad publicó más de una decena de libros y es miembro de la Academia Argentina de Letras y de la Real Academia Española.

Nacido en La Plata el 13 de mayo de 1945, Rafael Felipe Oteriño se recibió de abogado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP. Desde 1971 vive en Mar del Plata, donde ejerció la docencia en el ámbito del Derecho. Durante más de 30 años fue funcionario judicial –juez de primera instancia y luego camarista–. Pero fue en su infancia, un día de otoño en el que las hojas de los plátanos volaban y se arremolinaban en la vereda con el anuncio de una tormenta inminente, que se descubrió poeta.

Representó a nuestro país en el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, en México, 1978. Fue declarado por la Legislatura porteña como personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires. Fue distinguido por el Fondo Nacional de las Artes, la Secretaría de Cultura de la Nación, la Biblioteca Nacional, la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, la Sociedad Argentina de Escritores, la Fundación Argentina para la Poesía, y recibió el Premio Konex en 1993.

Escribió y publicó desde 1966 casi una veintena de libros: Altas lluvias, Campo visual, Rara materia, El príncipe de la fiesta, El invierno lúcido, La colina, Lengua madre, El orden de las olas, Una conversación infinita, Cármenes y Todas las mañanas. Autor de muchos versos que invitan a conservarlos en la memoria, y que nos recuerdan que la poesía propone respuestas a preguntas que nadie formula y que todos, secretamente, nos hacemos.

Una poesía austera, que evita la efusividad y los aspavientos, amiga de los matices y las gradaciones, más cerca de lo inefable que de lo pronunciable. Entiende que la poesía no dice más de lo mismo, sino lo otro de lo mismo. A un mundo abarrotado de palabras, aporta un lenguaje que enseña una nueva representación. Considera que la poesía está volviendo lentamente a la oralidad, es decir, a lo que fueron sus orígenes: “Ahora que se ha apartado o que la han apartado de los suplementos literarios, aparece en encuentros como este, en las aulas universitarias, en los bares. Ahí está la poesía actual”. dijo en un festival realizado en Villa María, Córdoba.

Ha reflexionado sobre la pandemia que reinstaló en un primer plano la congoja por la finitud, que la sociedad contemporánea tendía a disimular: “De su mano vuelven los interrogantes eternos: el sentido de la vida, la endeblez de los proyectos, la tan ansiada como negada trascendencia, junto al gélido abrazo de ese huésped nunca del todo expulsado: el miedo. Pero también afloran otras pulsiones de raíz antropológica que la literatura explora desde la antigüedad, como lo son la pregunta por el papel de la persona humana en el planeta”. Y se ha preguntado por el sentido de la poesía en estos tiempos de zozobra: “La poesía cumplió un muy largo recorrido histórico. Supo tener una finalidad mágica en la noche solitaria de la caverna. Fue portadora de leyendas que circulaban de boca en boca en tiempos de Homero. Y hoy persevera en la lectura en voz baja en la intimidad de una silla y una lámpara”.

Si bien desde hace 50 años vive en Mar del Plata, hay un mapa afectivo de nuestra ciudad en su memoria: el corto tramo que va desde la calle 7 y 61, en donde estaba su casa, atravesando la plaza Rocha hasta diagonal 78 entre 5 y 6, donde vivía su amigo Horacio Castillo. Tanto de ida como de vuelta, infinidad de veces transitaron ese recorrido para compartir lecturas, poemas recién escritos o confiarse algún secreto –normalmente feliz– de sus vidas.

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