Cultura
Rodrigo, un Potro que sigue galopando
Cambió la historia de la música cuartetera con su personalidad avasallante. Falleció a los 27 años, en el pico de su popularidad.
Siempre había música sonando en su casa. Su padre ponía un casete tras otro y su madre se encerraba a escribir canciones. Así lo contaba El Potro: “Mi romance con la música empieza muy de chico, porque estuve metido por medio de mis padres: mi viejo era productor musical y mi vieja le escribía temas a los pioneros del cuarteto, entre ellos, la Mona Jiménez”.
Nació el 24 de mayo de 1973 en Córdoba Capital. Desde el principio, sus padres empezarían a derramar sobre el niño una idea que fue horadando todas las piedras que le oponía la suerte: llegar tan lejos como se lo propusiera. Esa confianza en sí mismo transmitida por su familia lo llevó a su primera aparición pública. Fue a los 2 años, en un programa llamado Fiesta del cuarteto.
La vida de aquel niño no iba a ser como la del resto: no sería de colegio, paseos ni juegos con amigos. Tenía 7 años cuando ocurrió un tsunami en su vida: la Mona Jiménez. Así contaba cómo fue el después de ir a ver un recital de su ídolo: “Ahí estalló mi cabeza, nació en mí una criatura que soñaba estar adentro de sus botas de colores y su camisa desabrochada”.
Abandonó la escuela en séptimo grado. Cuando estaba por entrar al colegio, un amigo le comentó que había un casting musical. A Rodrigo se le ocurrió decirle a la maestra que se sentía descompuesto y se retiró del aula, sin preocuparse por llevarse la mochila con los útiles y cuadernos. Nunca regresó a buscarlos. En su casa avisó que iba a dejar de ir por un tiempo al colegio, porque había sido aceptado como integrante del grupo Manto Negro: “Decí que yo corría más rápido que mi viejo, si no me sacaba a patadas en el culo”.
A los 15 años grabó su primer disco: La foto de tu cuerpo. Su padre llevó el material a un conocido productor para que comenzara a difundirlo pero recibió una respuesta terminante: “Usted está loco”. Pero al hijo le habían inoculado el mismo optimismo patológico, era inmune a cualquier tipo de rechazo.
Estuvo siempre seguro de que si persistía en sus intentos iba a lograr lo que finalmente consiguió: un ascenso irreversible en el mundo de las bailantas. Además, logró revolucionar los códigos del género cuartetero y expandió sin límites su nombre.
La devoción por su trabajo, una disciplina inusual para los ensayos y la capacidad de asimilar las críticas provenientes de su círculo de confianza lo llevaron a tomar la decisión de continuar su carrera como solista, ya dedicado al cuarteto por entero. En 1991 apareció su segundo álbum Aprendiendo a vivir. El éxito fue rotundo y le permitió financiar la edición de dos discos más: Muy bueno y Made in Argentina.
“Todo lo que hago es por el cuarteto”
Su consagración definitiva llegaría en 1996 con Lo mejor del amor. Cuando le preguntaron cómo hizo uno de sus mayores éxitos, él lo atribuyó a su capacidad de observación: “Si me preguntan cómo compuse Lo mejor del amor, si esa historia la viví, siento que es una estupidez, porque no entendieron nada. Yo hablo de algo que vi desde el balcón de mi casa y es que: Él pasa a verla a las 6 como acordaron ayer...”.
En las entrevistas se lo notaba siempre chispeante y predispuesto, con una gran fortaleza y sentido del humor: “Todo lo que hago es por el cuarteto. Quiero ganarme un lugarcito en esta música folclórica de los cordobeces. Dios me pagó el sueldo más grande de mi vida: hoy soy el exponente más grande que tiene el cuarteto y eso no se compra con nada”.
Por una ominosa ley de las compensaciones, toda esa energía desbordante, esa vitalidad arrolladora, duró muy poco tiempo. El fatídico 24 de junio del 2000, Rodrigo tenía apenas más de 20 años. Murió en un accidente cuando retornaba a Buenos Aires, luego de un show en City Bell.
Además de Rodrigo, de 27 años, falleció en el choque Fernando Olmedo -hijo de Alberto Olmedo-, quien acompañaba al cantante en la camioneta Ford Explorer roja. El hecho ocurrió a las 3.20 entre los kilómetros 24 y 25 de la Autopista La Plata - Buenos Aires, a la altura de Ezpeleta. Según los testimonios, el accidente se produjo cuando, tras pasar el puesto de peaje, en medio de una curva muy cerrada el vehículo que manejaba Rodrigo fue sobrepasado por una 4X4 Blazer blanca con vidrios polarizados. El vehículo, una vez adelante, obstruyó el paso de la camioneta roja, provocando el siniestro.
A comienzos de ese mes, Rodrigo había viajado a Cuba para encontrarse con Diego Armando Maradona y cantarle personalmente la canción que le dedicó: La mano de Dios. Esa canción que actualmente, algunas noches, si prestamos atención, podemos escucharla cantada a dos voces desde lo alto.