CULTURA

Sandro en La Plata

Fue en la madrugada de un domingo de 1964, en los jardines de la cancha de Estudiantes, cuando el “Gitano” interpretó 30 canciones ante una imponente multitud.

En febrero de 1964 había grabado con Los de Fuego una versión en castellano de Hay mucha agitación, de la que se vendieron 150.000 placas. Al poco tiempo, Sandro estaba actuando en La Plata. Ni siquiera había editado aún su primer larga duración y ya era un fenómeno de proporciones colosales. La televisión había potenciado su éxito a niveles que rozaban el delirio. Colas interminables se hacían en la puerta de los canales para ver al astro en Aquí la juventud o Sábados circulares, de Pipo Mancera.

Aquella noche, en los jardines de la cancha de Estudiantes de La Plata, Sandro interpretó 30 canciones. Resultó inabordable para sus fans por la severa vigilancia policial. Su llegada se produjo a las 1:30 dentro de la mayor reserva. Descendió de un automóvil oscuro, rigurosamente custodiado, y se ­introdujo por una puerta oculta. A todo esto, cuando el presentador anunciaba la ­inminente presentación del cantante, unos 40 agentes de civil, una docena de uniformados, perros, 15 agentes de Gendarmería y unos 30 policías se dispersaban entre el público para preservar el orden y el desarrollo del espectáculo.

La muy popular revista Así vino a La Plata a cubrir el evento: “Varias jovencitas se las ingeniaron para acercarse al escenario, pero no pudieron tener acceso al mismo, ya que se había colocado a varios metros del tablado un cerco de hierro y alambre”.

El delirio comenzó antes de que Sandro apareciera en escena, cuando la orquesta de Jorge López Ruiz (un músico de nuestra ciudad) inició los primeros compases. Poco después apareció irradiando su habitual simpatía el cantante, vistiendo un traje oscuro de corte inglés con aire de smoking, una camisa finamente bordada y moñito negro. Apareció muy bien maquillado y con la melena más larga que nunca. Pero en el transcurso del recital revoleó por los aires el saco y el moñito.

Sandro contó desde el escenario la satisfacción que tenía de volver a La Plata, una ciudad donde sus grabaciones prácticamente se agotaban en días. Para confirmarlo, allí estaba una imponente multitud pidiendo una canción tras otra, hasta enronquecer. Algunas chicas sufrían ataques de histeria, y bailaban en el muy escaso lugar disponible.

Interrumpió el recital por diez minutos para volver al escenario con nuevos bríos. El final fue de contagiosa emotividad, porque Sandro caminó por la cancha y se subió a un sector de la tribuna, y el público bramó como si estuviera en un clásico.

Un showman inimitable

La interpretación de la orquesta de Jorge López Ruiz fue impecable, mereciendo al final elogiosos comentarios del cantante, quien también en escena recordó que el director “se sentía muy cómodo, porque a metros de ese escenario había nacido”.

Cabe destacar que el público no estaba compuesto solo por jóvenes, sino también por hombres y mujeres adultos. Muy pocas fans tuvieron acceso a Sandro. Solo una mujer contó con aprobación oficial porque era la encargada de entregarle un ramo de flores, en tanto que otras tres, astutamente, consiguieron llegar al corredor por donde el ídolo debía salir. Pero no pudieron casi ni tocarlo. El cerco policial resultó inexpugnable.

Los comentarios de Sandro al término de su presentación fueron todos de agradecimiento por la seriedad con que el show había sido organizado: “Me siento muy cómodo, porque el público pudo escucharme sin problemas, sin desórdenes ni revueltas. Me pareció que estaba dando un verdadero recital. Me llevo la mejor impresión de La Plata”.

Al poco tiempo de su actuación en la ciudad, Sandro comenzaría a cambiar radicalmente su perfil artístico: dejaría de ser una estrella del rock and roll para volverse un consumado representante de la canción romántica que seguía mechando en su repertorio, temas que le permitían mostrar su desinhibición para bailar, sus característicos movimientos pélvicos, y esas poses que suscitaban tantos alaridos femeninos.

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