Cultura
Vicente Blasco Ibáñez, un escritor español fascinado por La Plata
El autor de Sangre y arena, una novela muy célebre que fue llevada repetidas veces al cine, estuvo a principios del siglo XX de visita en nuestra ciudad.
Nació en Valencia el 29 de enero de 1867, en época de barricadas en las calles por los inicios de la Primera República Española. A los 16 años ya había fundado su primer periódico. A los 21 se recibió de abogado, aunque nunca ejerció. Se convirtió en el político más popular de Valencia, luciéndose en los mítines en su defensa de las ideas republicanas y anticlericales. Paralelamente desarrolló su obra narrativa de carácter naturalista.
En 1909 fue contratado para dar en Argentina un ciclo de conferencias que comprendían desde Napoléon a Wagner, desde la Revolución Francesa a la cocina. El impensable éxito de público lo llevó a hacer una gira por distintas ciudades del país, y así llegó a La Plata.
Quedó prendado por nuestra ciudad, a la que consideró “una de las improvisaciones más brillantes de la actividad argentina”, pero advirtió que la cercanía de la Capital Federal era perniciosa para el desarrollo de las diagonales, porque “la gente prefiere el bullicio de Avenida de Mayo a las tranquilas y majestuosas calles de la ciudad de La Plata”. Describió a sus habitantes como un vecindario formado por estudiantes universitarios, familias que huyeron de Buenos Aires por el exagerado precio de los alquileres y otras que adquirieron edificios o fundaron establecimientos durante el primer desarrollo de la ciudad, creyendo en su grandeza futura. Señaló: “Es inútil que el gobierno de la Provincia obligue a sus empleados a vivir en la capital bonaerense. Alquilan una casa, la amueblan, hacen constar con ello su vecindad en La Plata, y al salir por las tardes de la oficina, se marchan a Buenos Aires, donde tienen sus familias”.
Vicente Blasco Ibáñez llegó a una ciudad de La Plata con pocos años de historia, ya que apenas habían pasado 27 años desde el año de su fundación. Sin embargo, le adivinó una gloria inocultable: “Nada ha ocurrido en ella. Sus edificios monumentales, sus calles como plazas y sus plazas como llanuras no guardan ningún recuerdo famoso. Y, sin embargo, la soledad de sus avenidas, el silencio de sus palacios, la falta general de movimiento le comunican algo del carácter solemne y augusto de las antiguas ciudades españolas e italianas; bellos caparazones arquitectónicos que abrigan glorias extintas; cementerios de arte donde la piedra parece vivir con un vigor más latente que el de la personas; calles que un tiempo hollaron seres heroicos y sobre las cuales crece ahora la hierba”.
Si bien era entonces una ciudad joven, el escritor español decía que La Plata parecía vieja, “como las más viejas ciudades sin haber conocido la juventud. Recuerda vagamente con su silencio majestuoso y la proporción de sus edificios a Toledo y a Pisa, pero jamás ha sido semejante por un momento a la una ni a la otra.No hay en toda la América del Sud población monumental que se parezca como ella a las metrópolis, gloriosas y moribundas. Pero solo tiene la corteza, la envoltura exterior, pues le falta el alma.Vuelvo a repetirlo: es vieja sin haber sido nunca joven”.
Elogiaba nuestra universidad, por la notabilidad de su profesorado y la frecuencia con que se invitaba a catedráticos extranjeros para que dieran cursos en sus aulas, lo que atraía a muchos estudiantes, hasta de lejanas provincias. Afirmaba que gracias a Joaquín V. González era la casa de altos estudios más conocida en Europa de todas las de Sudamérica.
Pero sus mayores alabanzas estuvieron dedicadas al Museo: “Su aspecto es grandioso, y guarda relación en sus proporciones con los tesoros científicos que encierra. Valiosos ejemplares representan en él todo el anillo biológico conocido, que empieza en el misterio original y, de evolución en evolución, llega hasta el hombre. Hay en sus salones cuerpos momificados de los pobladores de la Patagonia antes de la fecha del descubrimiento, armas, vasijas, vestiduras precolombinas y una gran riqueza en animales de épocas remotísimas”.