cultura
El hombre que hipnotizó a todos los niños
Hans Cristian Andersen, es el autor de La sirenita, El patito feo y Pulgarcito, entre muchos otro cuentos inolvidables de la infancia.
El escritor danés nacido el 2 de abril de 1805, decía que todos sus cuentos tenían algo de autorretrato. Había nacido en Odense –la tercera ciudad más grande de Dinamarca-, pero a los 14 años se mudó a Copenhague, llevado por el sueño de ser bailarín. Allí vivía la principal bailarina del país, Mme. Schall. Fue hasta su casa con una carta de recomendación. Pero cuando la diva, vio a ese hombre torpe, más alto de lo común y más flaco de lo normal, lo hizo echar de su casa.
Hans Cristian Andersen había nacido en una familia pobre. Su padre, era un zapatero que murió cuando Hans tenía once años. Le leía a sus hijos las fábulas de Fontaine y los cuentos de Las mil y una noches, dejándolo deslumbrado para siempre. El niño comenzó a inventarse sus propias historias, y las representaba con títeres que él mismo hacía con los pocos elementos que tenía a su alcance. Su madre, era una campesina analfabeta que guardaba en su memoria los viejos cuentos folklóricos que se transmitían por tradición oral, llenando de colores y estímulos la imaginación de su hijo.
A los 17 años, Hans Cristian Andersen encontró un mecenas, Jonas Collin - uno de los directores del teatro real y funcionario cercano al rey Federico VI -, quien advirtió condiciones artísticas naturales que debían trabajarse a través de la educación. Le costeó los estudios, y así volvió a la escuela, esta vez, compartiendo el aula con alumnos que tenían 11 años, y que se burlaban insidiosamente de él. Ese bulling ejercido por sus compañeros, sumado al maltrato del maestro de grado, decidieron a su mecenas llevar a su casa al ahijado y educarlo de forma privada con los mejores maestros. A los 23 años, Hans se inscribió en la Universidad de Copenhague para estudiar Filología y Filosofía, y comenzó a escribir sus primeras obras bajo el seudónimo de William Christian Walter: William por Shakespeare, Christian por él mismo y Walter por Scott. Luego firmaría con su propio nombre creaciones como “La sirenita”, “El soldadito de plomo”, “Los zapatos rojos”, “Pulgarcito”, “El ruiseñor”, “El traje nuevo del emperador”, “La reina de las nieves”, “El patito feo” y “ La vendedora de fósforos”, cuentos que dieron la vuelta al mundo y atravesaron las épocas.
Sus cuentos tienen la magia capaz de atraer a los niños y no soltarlos hasta la última palabra de esas historias, casi siempre con final triste. Acuño un estilo donde se mixturan el humor burlón y el sentido trágico de la vida. La soledad del patito feo que se parece a la de cualquier excluido por los demás, y la sinceridad a ultranza del niño que es capaz de decir que el rey está desnudo, cuando los demás, por miedo o hipocresía no se atreven a gritarlo. Una manera de contar atemporal como lo atestiguan las constantes reediciones y las traducciones a más de ochenta lenguas.
Luis María Pescetti dijo sobre Andersen: “En sus cuentos se mezcla lo fantástico con lo real, el deseo cumplido de una vida más exaltada que la cotidiana, pero que aun así no se libra de estrictas reglas. Esa mezcla produce siempre sensación de verdad. No recuerdo preguntarme una sola vez “si eso podía ser cierto”. Hans Cristian Andersen se dirigió a los niños con un lenguaje más cercano a la oralidad que la escritura ceremoniosa que primaba hasta entonces. También rompió con el cliché de los finales felices. No buscaba moralizar sino conmover. Era capaz de dotar de vida hasta los objetos, y una mariposa puede reflexionar: "Vivir no basta. ¡Se necesita sol, libertad y una pequeña flor!".
