CULTURA
Marie Langer, la vida aventurera de una psicoanalista
Era austríaca, pero vivió mucho tiempo en Argentina. Su conciencia solidaria la llevó a viajar por el mundo acompañando a los pueblos que luchan por su libertad.
Nació el 31 de agosto de 1910 en Viena, cuando esta todavía era la capital del Imperio Austro-Húngaro. Marie Langer era la segunda hija de una familia de la alta burguesía judía dedicada a los hilados y tejidos y al comercio de caballos. A los cuatro años de edad, estalló la Primera Guerra Mundial y su padre partió al frente. Años más tarde contaría: “Hubiera querido acompañarlo, pero ya sabía que eso no era posible, no solamente porque era pequeña, sino también porque era mujer. Las únicas mujeres que iban a la guerra eran las enfermeras”.
Se recibió de médica a los 25 años, militó en el Partido Comunista austríaco e inició su formación como psicoanalista en el Instituto de Psicoanálisis que presidía Sigmund Freud. Interrumpió su carrera para ir, junto a su marido –el cirujano Máximo Langer–, a España, donde había estallado la Guerra Civil. Entraron como médicos a las Brigadas Internacionales. Salieron de ese país en los últimos días de 1937. Por causas políticas ya no pudieron volver a Austria. El Anschluss (anexión de Austria a Alemania) los sorprendió en Checoslovaquia. La derrota de la España republicana y el avance devastador del nazismo la obligaron a emigrar, primero al Uruguay y en 1942 a la Argentina.
En Buenos Aires fue miembro fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina, llegando a ejercer, incluso, la presidencia. En el Congreso Psicoanalítico Internacional Roma 1969, época de la dictadura de Onganía, se afilió junto a otros colegas a Plataforma Internacional, organización que se proponía cuestionar desde adentro la ideología de la formación y de la práctica psicoanalítica. En ese congreso presentó un trabajo, muy comentado, bajo el título de Psicoanálisis y/o revolución social.
En 1973 fue nombrada profesora asociada en la cátedra de Psicología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. En octubre de 1974, perseguida por la Triple A, se vio obligada a emigrar del país. Se radicó en México, donde trabajó como maestra en Estudios Superiores de Psicología Clínica en la Universidad Autónoma Metropolitana. Siempre fue solidaria con la Revolución cubana y el sandinismo nicaragüense. Viajó permanentemente a esos países procurando incluir el psicoanálisis en la cotidianidad de esas sociedades poco habituadas a esa práctica.
Criticó duramente el carácter económicamente elitista del psicoanálisis y la ideología que le imprimen sus instituciones, se esforzó por ponerlo al servicio de los no pudientes. Fue una de las introductoras de este método, como técnica grupal, en las instituciones sanitarias y hospitalarias, logrando así la satisfacción de un viejo anhelo.
Nunca creyó que el psicoanálisis fuese un instrumento para cambiar al mundo, pero sí una herramienta para entender profundamente al ser humano; una terapia que mejora al paciente y le ayuda de todos modos a manejarse mejor y a mentirse menos. Además, como lo había señalado Freud, puede ser un factor importante para ser utilizado en prevención primaria de salud mental.
Maternidad y sexo
Siempre le preocupó la situación de la mujer en la sociedad y el papel secundario que se le atribuye. Quería entender y captarla en sus funciones y diferencias con el hombre. Durante su labor de psicoanalista empezó a interesarse en el problema de la esterilidad psicógena. Ocurrió esto porque entre los primeros casos que trató hubo casualmente dos mujeres, estériles durante muchos años de matrimonio, que se embarazaron gracias al tratamiento analítico.
Empezó a investigar, a reflexionar y a escribir. Publicó Maternidad y sexo, libro editado por primera vez en 1951. En esa obra muestra con material clínico el complejo de castración femenino y las fantasías inconscientes que producen trastornos psicosomáticos en la vida procreativa de las mujeres.
Posteriormente, en 1971, en La mujer: sus limitaciones y potencialidades, actualizó sus ideas sobre la psicología femenina como resultante de la condición anatómica, por un lado –condición que parecía inmutable y cambió radicalmente desde que los anticonceptivos seguros le permiten placer sexual sin consecuencias– ,y su situación social por el otro.