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Martin Bormann: el final del secretario de Adolf Hitler

Fue el hombre más poderoso de la Alemania nazi después del Führer. Durante 27 años lo buscaron intensamente por todo el mundo, sin advertir que ya había muerto.

Martin Bormann estaba el 1º de mayo de 1945, juntamente con los más íntimos del Führer, en el refugio situado en el subsuelo de la cancillería del Reich. Adolf Hitler se había ­suicidado el día anterior. Soldados del Ejército Rojo se encontraban a 200 metros del búnker. Mientras que a su alrededor las formaciones especiales de hombres y jóvenes aún peleaban para defenderlos, la élite nacionalsocialista pensaba en la huida o el suicidio.

A las 16.30, Bormann dio la orden de preparar su salida. El ministro de ­Propaganda, Joseph Goebbels, anunció: “Está consumado”. Había envenenado a sus seis hijos. Después invitó a Bormann y a algunas otras eminencias del refugio a beber una última taza de café en común: “Quisiera que por una vez más estemos juntos como en nuestros tiempos de lucha”, dijo.

Eran las 20 cuando Goebbels se ­despidió: “Nuestros hijos ya son angelitos, ahora los seguiremos nosotros”. ­Martin Bormann se puso un oscuro sobretodo de cuero sobre su uniforme de general de la SS y separó a los ocupantes del refugio en distintos grupos. Alrededor de las 22, el grupo de Bormann salió en dirección de la estación Friedrichstrasse. Llegaron hasta el puente de Weidendamm. Después del puente había una barrera de tanques en la que se seguía defendiendo el paso de Spree. A partir de allí, todo fue leyenda.

Incluso cuando la revista alemana Stern anunció en 1965 que Martin Bormann había muerto veinte años antes, indicando el lugar donde se lo había enterrado, la búsqueda internacional siguió sin descanso. Una línea de investigación hasta señalaba que el jefe del partido nazi se encontraba en nuestro país dilapidando la fortuna de los SS, la tenebrosa organización paramilitar. A fines de 1972, fue de­senterrado el esqueleto de ese hombre tan buscado exactamente en el mismo lugar indicado por Stern.

El pocero Willi Stein y su ayudante Jens Friese hacían su trabajo de rutina. Estaban cavando un pozo para una conexión de agua en Berlín. Tenían instrucciones de avisar inmediatamente al ingeniero de la obra en caso de encontrar algún hueso. El 7 de diciembre de 1972, la perforadora hidráulica, a un metro de profundidad, dio contra un objeto duro. El pocero pensó que era algún caño viejo. Llamó a su ayudante y entre los dos ­dejaron al descubierto un cráneo y huesos sueltos. Se comunicó la novedad a la ­Central de Policía de Berlín Occidental. A los pocos días, sobre el hallazgo óseo se puso un papel con la siguiente inscripción: “Cadáver nº 24, presumiblemente Bormann, Martin”.

Que el 7 de diciembre de 1972 se hubiera encontrado a Martin Bormann, el más íntimo confidente de Adolf Hitler, a quien estaban rastreando por todo el mundo desde hacía más de 27 años, no era, por el momento, más que una suposición. El reportero de la revista Stern, Jochen von Lang, siete años antes había llegado a la conclusión, luego de una investigación que duró meses, de que Bormann estaba muerto, y afirmaba que los restos habían sido enterrados en la antigua plaza de exposiciones, cerca de la estación Lehrter.

La Fiscalía de Frankfurt poseía un cuadro dental del médico de Hitler archivado –al igual que los de todos los oficiales de la SS– en la Oficina de Seguridad del Reich. La dentadura de uno de los ­cráneos hallados coincidían pieza por pieza con la muestra correspondiente a Martin Bormann. Otra evidencia fueron los restos provenientes de las cápsulas de cianuro con las que el oficial nazi se ­envenenó. Y la certificación definitiva se obtuvo al constatarse que el cráneo de Bormann estaba deformado encima del hueco correspondiente al ojo derecho. Allí el confidente de Hitler tenía una ­cicatriz producto de un grave accidente automovilístico.

El proceso de Núremberg

Martin Bormann estaba acusado en el histórico proceso de Núremberg, entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1° de octubre de 1946, como uno de los principales criminales de guerra.

Hasta la época de la aparición en Stern del artículo sobre la muerte de Bormann, en noviembre de 1965, se produjeron 57 versiones distintas sobre su paradero, ubicándolo en todas las regiones del mundo, desde Moscú hasta Ciudad del Cabo y de Sídney a Bariloche. La mayoría de las leyendas reportaron a sus inventores mucho dinero. En el mundo entero fueron detenidos numerosos inocentes, todos presuntos Bormann. En el sur de nuestro país llegó a ser detenido un maestro de escuela, llamado Rodolfo Nicolás Siri, por su notable parecido a Bormann, pero era 20 años menor.

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