cultura

Una historia poco conocida de resistencia al nazismo

Erika Mann, hija de un Premio Nobel de Literatura, fue una mujer que, con infrecuente coraje, enfrentó al régimen alemán con un cabaret literario.

En 1933, Thomas Mann ya era un escritor consagrado. Hacía cuatro años había recibido el Premio Nobel de Literatura por Los Buddenbrook, La montaña mágica y Muerte en Venecia, entre muchas otras obras que le habían valido un reconocimiento mundial, convirtiéndolo en uno de los mayores prosistas alemanes de todos los tiempos. Pero no se trataba de él, sino de su hija, Erika, que justo aquel año había abierto en Múnich El Molino de Pimienta, un cabaret literario en el cual ella era autora de la mayoría de las obras que se montaban en escena. No eran buenas épocas. A los pocos meses de la inauguración los nazis tomaron el poder.

Erika Julia Hedwig Mann nació el 9 de noviembre de 1905, fue la primogénita de Thomas Mann y Katharina Pringsheim. A los 14 años fundó una compañía teatral de niños, Asociación Alemana de Mimos Aficionados, junto a su hermano Klaus, un año menor. Cuatro años después firmaría su primer contrato como actriz en el Deutschen ­Theater de Berlín.

Tanto ella como su hermano vivieron guiados por una gran libertad. Ambos vindicaban abiertamente su homosexualidad –si bien ella estuvo casada un corto tiempo–, atreviéndose a invadir terrenos que estaban vedados a las mujeres. A los 26 años corrió y ganó un rally automovilístico de 10.000 kilómetros en el sur europeo en 1932.

Cuando abrió El Molino de Pi­mienta, ella era conocida no solo como actriz, sino también por ser ferviente militante en la Liga In­ternacional por la Paz y la Libertad. El cabaret literario fue prohibido, y Erika Mann, formalmente declarada “enemiga de Alemania”. El gran poeta inglés Wystan Hugh Auden, a quien Erika no conocía personalmente, le ofreció matrimonio, pese a ser homosexual, pa­ra que ella pudiera adquirir la ciudadanía británica y obtener el salvoconducto para salir de Alemania.

Dos años después, Erika reabriría El Molino de Pimienta en Zúrich, convirtiéndose el local en uno de los lugares más emblemáticos del exilio en contra de Hitler. Dicen que allí se reencontró con su marido, el gran poeta Auden, y consumaron el matrimonio con una borrachera de la que quedó un poema que él le dedicó en una servilleta.

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