Un Gobierno hipotecado y el riesgo del cheque en blanco

Milei capitalizó la ola violeta y consolidó su poder, pero el nuevo mapa político llega atado a la deuda externa y enciende alertas por un ajuste más profundo.

El resultado de las elecciones legislativas reconfiguró el tablero político argentino. Cuando parecía acorralado por la derrota bonaerense de septiembre, Javier Milei logró revertir el escenario y consolidar a La Libertad Avanza como la fuerza dominante en gran parte del país. Con más del 40 por ciento de los votos a nivel nacional y un mapa teñido de violeta, el oficialismo se adjudicó un triunfo clave.

El presidente libertario interpretó la contundencia del resultado como una validación de su proyecto y lo presentó como una autorización para profundizar el ajuste. Sin embargo, el propio jefe de Gabinete, Guillermo Francos, advirtió que el respaldo en las urnas “no es un cheque en blanco”. La frase condensa la tensión de este nuevo escenario, con un gobierno fortalecido en el Congreso, pero con su mandato condicionado por la deuda externa.

La elección bonaerense

La provincia de Buenos Aires fue el epicentro de la disputa y el territorio donde se jugó la suerte del oficialismo. En apenas siete semanas, el resultado dio un vuelco inesperado. En septiembre, el peronismo había sacado una ventaja de 14 puntos; en octubre, el partido libertario logró revertir esa diferencia.

De esta manera, lo que parecía un derrumbe se transformó en resurrección. La volatilidad del electorado, el deterioro económico y el desgaste del peronismo bonaerense explican en parte este giro. El voto libertario funcionó más como castigo a la política tradicional que como adhesión plena a su programa. Con el tercio legislativo asegurado, el oficialismo podrá sostener vetos y avanzar con decretos sin riesgo de que sean revertidos.

La ola violeta y el factor externo

Más allá de Buenos Aires, el avance libertario se consolidó en distritos clave. La Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos fueron escenarios de victorias amplias que reforzaron la ola violeta.

A ese impulso interno se sumó un auxilio externo decisivo. La intervención del Tesoro de Estados Unidos, con un importante rescate financiero, evitó una devaluación preelectoral que habría golpeado de lleno al Gobierno. El respaldo de Donald Trump, tanto político como económico, funcionó como un salvavidas que estabilizó el dólar y permitió a Milei llegar a la elección con un escenario menos complejo. Esa ayuda, sin embargo, no fue gratuita y respondió a intereses estratégicos del país del norte sobre nuestro territorio.

El triunfo electoral le otorga al Gobierno margen para avanzar con reformas, pero también lo expone al riesgo de confundir el respaldo en las urnas con una autorización ilimitada. La participación electoral más baja desde 1983 refleja una sociedad cansada y escéptica. El 67 por ciento que votó no expresó entusiasmo, sino rechazo a la oposición. En esa grieta se esconde la fragilidad del mandato, un apoyo condicionado que puede evaporarse en cualquier momento

Ante este contexto, el verdadero desafío del Gobierno será no interpretar la victoria como un cheque en blanco, sino como un mandato limitado que exige resultados rápidos y capacidad de sostener consensos en medio de la crisis.

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