cultura

El patriarca de la literatura latinoamericana

Gabriel García Márquez es al mismo tiempo uno de los mayores escritores latinoamericanos y un maestro del periodismo, con muchas historias poco conocidas.

Sus lectores esperaban que el día de su muerte –ocurrida el 17 de abril de 2014-, llovieran flores amarillas como ocurrió en Cien Años de Soledad, el día en que murió uno de sus protagonistas, José Arcadio Buendía. Pero fue un día más, que se terminó traspapelando en la suma interminable de los días. Quizá porque ese día se fue alguien que no se fue, sino que dejó un mundo creado a sus espaldas, que en su riqueza y complejidad, sigue asombrando a quien se asoma a él.

Eran las nueve de la mañana del lluvioso 6 de marzo de 1927 cuando nació en Aracataca el primogénito de Luisa Santiaga Márquez Iguarán y el telegrafista Gabriel Eligio García. Gabriel García Márquez fue el mayor de siete varones y cuatro mujeres, pasó los primeros años de su infancia con sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez Mejía, y Tranquilina Iguarán Cotes –quien lo sumergió para siempre en la fascinación por los relatos-. A los 13 años fue a Barranquilla, becado para estudiar el bachillerato. Cuando leyó a Kafka a los 17 años, descubrió que iba a ser escritor: “Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me interesa”.

A los 23 años escribió su primera novela, La Hojarasca, que publicaría cinco años después. Tres monólogos que se desarrollan alrededor del cadáver de un médico francés que se ha ahorcado en la madrugada. Ahí aparece Macondo, el pueblo que será escenario de sus historias más célebres. Ya había dejado la Facultad de Derecho y se ganaba la vida como periodista. Vivía en Cartagena de Indias. Hacia fines de los sesenta tomó una noticia que, en lugar de trabajarla como periodista prefirió volverla materia literaria: el tripulante de un barco naufragado que se vio obligado a sobrevivir diez días en alta mar. Así nació Relato de un náufrago.

Nunca dejó de considerar que el periodismo es “el mejor oficio del mundo”. Tomaba notas pero no usaba el grabador porque lo consideraba “un invento luciferino”, que distrae la atención del periodista convencido que el aparato lo registra todo: “No oye los latidos del corazón, que es lo que más vale en una entrevista”. Decía que el reportaje necesita un narrador esclavizado a la realidad. Y ahí entra en juego la ética: “ En el oficio de reportero se puede decir lo que se quiera con dos condiciones: que se haga de forma creíble y que el periodista sepa en su conciencia que lo que escribe es verdad. Quien cede a la tentación y miente, aunque sea sobre el color de los ojos, pierde.”

Hace menos de una década Cien Años de Soledad comenzó a venderse en formato digital, con la tapa original de la primera edición impresa: un galeón encallado en la selva colombiana. El libro se irá adaptando a las nuevas tecnologías de lectura porque, como dijo Carlos Fuentes, el ser humano necesita un lugar donde instalar sus quimeras: “La fundación de Macondo es la fundación de la Utopía. José Arcadio Buendía y su familia han peregrinado en la selva, dando vueltas en redondo, hasta encontrar, precisamente, el lugar donde fundar la nueva Arcadia, la tierra prometida del origen”.

La novela más famosa de Gabriel García Márquez fue publicada por primera vez en nuestro país, el 30 de mayo de 1967. La primera edición salió gracias a la insistencia de Tomás Eloy Martinez quien convenció al dueño de la editorial Sudamericana que, esas hojas mecanografiadas esparcidas por el suelo para evitar que chorreara el piso el pincel con el que estaba pintando las paredes de su casa, era una obra de una originalidad deslumbrante. No se equivocó, la primera tirada, de 8000 ejemplares, se vendió con la velocidad del pan caliente.

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