El FMI obliga a Caputo a profundizar el ajuste antes de las elecciones
El Fondo prohibió al ministro de Economía utilizar los dólares del último préstamo y lo obliga a sostener la estabilidad cambiaria con tasas por encima del 100% y encajes récord del 53%. La receta asfixia al crédito, hunde el consumo y arrastra a la economía a una recesión en plena campaña electoral.
En las vísperas de las elecciones legislativas de medio término, la política económica del gobierno de Javier Milei enfrenta un límite decisivo: el Fondo Monetario Internacional prohibió al ministro Luis Caputo utilizar los dólares del último préstamo de 20.000 millones, lo que lo obliga a recurrir a una batería de medidas recesivas para contener al dólar y mostrar estabilidad cambiaria. El Banco Central elevó los encajes bancarios al récord histórico del 53% y convalidó tasas de interés superiores al 100% anual. La decisión busca restringir la liquidez y enfriar el crédito, pero al costo de paralizar la actividad productiva y el consumo en plena campaña. Ningún gobierno desde 1983 había aceptado arriesgarse a un freno tan brutal de la economía justo antes de una elección clave. La diferencia es que ahora no se trata de una estrategia propia: se trata de una imposición del FMI.
La cláusula secreta, revelada por fuentes que participaron en la negociación, exige que antes de vender reservas el Banco Central aplique ajustes monetarios extremos para evitar tensiones cambiarias. La razón es clara: el organismo no quiere repetir el fiasco de 2018, cuando Caputo —entonces presidente del BCRA de Macri— quemó miles de millones de dólares del Fondo en un intento fallido por sostener la convertibilidad recargada de Cambiemos. Esta condición explica por qué el gobierno insiste en asfixiar la economía con tasas exorbitantes y encajes récord en lugar de utilizar los dólares que aún conserva como reservas.
La relación de la Argentina con el FMI ha estado marcada por crisis recurrentes. En 1989, el organismo cortó desembolsos y empujó a la hiperinflación que precipitó la salida de Raúl Alfonsín. En 2001, el Fondo soltó la mano a Fernando de la Rúa y desató el colapso de la convertibilidad, con default, corralito y la peor crisis institucional desde el retorno democrático. En 2018, el préstamo récord a Mauricio Macri financió la fuga de capitales y dejó una deuda impagable. Hoy, bajo Milei, la lógica se repite: el Fondo impone un corset recesivo que compromete la gobernabilidad y convierte a la Argentina en rehén de metas imposibles de cumplir.
El esquema mileísta se sostiene en dos pilares: tasas altísimas y la promesa de respaldo del FMI, es decir, de Washington. Pero la apuesta es riesgosa. Las tasas destruyen el crédito, frenan el consumo y golpean a la industria, mientras que el apoyo externo depende del cumplimiento de objetivos fiscales y monetarios cada vez más difíciles de alcanzar en medio de la recesión. La deuda con el Fondo representa más del 60% de las obligaciones externas de corto plazo: cualquier demora en desembolsos puede disparar otra crisis financiera.
Los datos recientes anticipan el deterioro. Según Orlando Ferreres y Asociados, la economía cayó 1% en julio y acumula apenas un 0,1% de crecimiento desde diciembre. La inversión apenas roza el 13,5% del PBI y la inflación, aunque desacelera al 2,2% mensual, sigue alta en términos anuales. El riesgo país se disparó 150 puntos hasta 850, mientras que el Merval cayó 30% en lo que va del año, alcanzando su nivel más bajo de 2025.
