Un bache y una historia de vida en la ciudad
Hugo Cabrera fue árbitro de fútbol y le sacó tarjeta roja a la Municipalidad: se cansó de reclamar para que arreglen un enorme bache de la cuadra y terminó cargando una carretilla con escombros para hacerse cargo de la desidia estatal.
Hugo Cabrera tiene 57 años. Como consecuencia de un enorme incendio en 185 y 44, el año pasado perdió el trabajo en una empresa textil en la que prestó servicios durante más de 25 años.
Exárbitro de fútbol infantil en Lifipa y vecino del barrio San Carlos desde el año 91, ayer a la mañana se despertó con el ruido de una enorme frenada en calle 42, entre 138 y 139. Allí vive en la casa que supo comprarse con el sueldo del trabajo realizado durante años, y es un referente para otros vecinos del lugar.
Por la desidia municipal, como en tantos otros barrios de La Plata, el pavimento de la calle de la cuadra se hundió después de que la presión del agua de un arroyo subterráneo que pasa por debajo de la tierra terminara rompiendo los caños en esta cuadra de la ciudad.
Entre la falta de mantenimiento y las lluvias de los últimos días, se terminó formando un verdadero cráter que rompe o perjudica a los autos que pasan por el lugar. Algunos observan el bache a tiempo y pegan enormes frenadas que asustan hasta los vecinos de la otra cuadra. Otros directamente caen en la trampa, siendo los autos más pequeños las principales víctimas de esta situación.
Más allá de quejarse y elevar un pedido para que se pueda reparar el pavimento, Hugo Cabrera apeló al espíritu solidario que durante años lo llevó a formar a otros trabajadores de la empresa textil que se fundió después del incendio.
La habitación de su casa da sobre la calle 42 y ayer otra frenada lo despertó abruptamente. Pero lejos de protagonizar una escena de “relatos salvajes”, el hombre tomó una pala y una carretilla y se puso él mismo a llenar el bache de escombros para evitar que los autos se sigan rompiendo cuando transitan por 42 entre 138 y 139.
“Hace más de 24 años que vivo en este lugar. Trabajé desde el año 91 en una empresa que está sobre 44 y 185 y que el año pasado se incendió. Los dueños decidieron cerrar y me despidieron. Apenas pude cobrar una indemnización de algunos sueldos de 57.000 pesos y un poco más. Ahora estoy desocupado y cubriendo los baches de la cuadra que el Estado no tapa”, reveló este hombre, bondadoso con los vecinos de San Carlos y que dejó gratos recuerdos en el ambiente del fútbol infantil de la ciudad.
“Los chicos y los padres me conocen porque dirigí muchos años. Cuando no trabajaba en la fábrica iba a dirigir”, recordó Cabrera, a quien le quedaba poco para jubilarse y el incendio de la fábrica de 44 le cortó toda una vida de trabajo.
Mientras el hombre carga la carretilla de escombros, los autos no dejan de pasar. La 42, desde 143 hasta 131, en una de las calles más transitadas en esta zona de la ciudad, ya que muchas personas la usan como alternativa a la 44, para eludir los semáforos de las avenidas.
Los camiones han dejado de circular por este lugar, ya que los choferes advirtieron el palo de escoba que otros vecinos como Hugo pusieron en el medio del enorme pozo a modo de señalización casera.
Sin embargo, algunas camionetas conocen el problema e igual intentan desafiar el pavimento roto y los caños ya saturados que le dieron forma a este enorme pozo, motivo por el cual ya se rompieron varios autos que pasaron por el lugar, provocando una verdadera pesadilla a los frentistas de la cuadra.